martes, 27 de diciembre de 2016

DeNubesNegrasYODementores

Querida nube negra ( o Dementor):

Sé que no me conoces lo suficiente como para saber lo que me molesta, me incomoda, o simplemente no me gusta; casualmente estás tú entre los orígenes de mis pesares. Por ello precisamente espero que no te equivoques. No creas que deseo intimar, al contrario, no entiendo todavía por qué tengo que compartir contigo una parte de vida. Pero entiendo que es inevitable. Dicen que los amigos se buscan y los compañeros de trabajo nos los imponen. A pesar de todo, lo curioso es que por fin te entiendo, seguramente porque yo también sea para otros una nube negra (o Dementor), de dimensiones insospechadas. Sería extraordinario que lo fuera para ti, recíprocamente unidos en nuestras diferencias.

Durante un tiempo he ido volcando en un cuaderno cibernético mis experiencias laborales. Lo hacía con una intención terapéutica que me sirviera de bálsamo para sobrellevar la desidia. Y nunca pensé que tú, querida nube negra ( o Dementor), fueras parte de la solución. Siempre te arrinconé en la caja de los problemas.

Hace unas semanas pude disfrutar de un encuentro formativo con mis amigas (son más las mujeres que los hombres) de Proyecto Hogar, una Asociación con sentido, que ha sabido sobrevivir a la triste decadencia de la Intervención Social. Habían organizado una sesión de "Risoterapia”, gestionada con talento por parte de uno de los trabajadores de enproceso. Esta entidad es precisamente otra superviviente de este nuestro querido sector de lo social. Allí me recordaron lo que supone reír, hacer el ganso e, indirectamente, evitarte a ti, mi querida nube negra (o Dementor).

En el trascurso de la formación, de repente Gema, una de las personas más inteligentes y sensibles que he conocido, te citó a ti, Nube negra, y Javier, el formador, dijo que también te conocía, aunque él te llamaba Demontor. La idea no era otra que encontrar estrategias frente a alguien indeseable con el que te cruzas diariamente, normalmente en el trabajo, y no le puedes soportar. Entonces entre Gema y Javier te dieron forma. A mí se me iluminó la cara al reconocerte, sobre todo cuando me dieron la solución: Emplear el humor en nuestras relaciones.

Siendo como soy en ocasiones irónico y corrosivo nunca supe bien cómo evitarte querida amiga. A veces me enrocaba en un mismo pensamiento que tenía que ver contigo, y era imposible salir de él. Sólo tenía que compartir contigo mi humor y poder reírnos juntos. Así la nube negra se iría trasformando, cambiando del gris a un blanco pomposo.

Harry Potter, o quien lo escribiera, era una persona extremadamente sabia. Sobre los Demontores decía que «…Están entre las criaturas más nauseabundas del mundo. Infestan los lugares más oscuros y más sucios. Disfrutan con la desesperación y la destrucción ajenas, se llevan la paz, la esperanza y la alegría de cuanto los rodea... Si alguien se acerca mucho a un Dementor, este le quitara hasta el último sentimiento positivo y hasta el último recuerdo dichoso. Si puede, el Dementor se alimentara de él hasta convertirlo en su semejante: un ser desalmado y maligno. Lo dejara sin otra cosa que las peores experiencias de su vida.». En esa línea, la escritora aportaba soluciones. El hechizo Patronus era un conjuro, sortilegio o similar, que evocaba un recuerdo positivo, en forma corpórea o no, que ahuyentaba a los Dementores. En definitiva, una forma sutil de mandar a tomar por culo al fantasma de turno. Más o menos como la trasformación irrisoria de una nube negra en una blanca en forma de corderito.

Y esto para todos igual, querida nube negra (o Dementor), que podemos ser un mal sueño para otros. Así que cuando alguien se ría conmigo, o de mí, entenderé que muto desde la oscuridad hacia un lugar más despejado. Un cielo sin arcoíris ni soplapolleces, simplemente un lugar en el que es necesaria la convivencia.

Y yo contigo siempre nube negra (o Dementor).


Siempre tuyo, Fernando.

domingo, 11 de diciembre de 2016

LosNiñosLoboYLosLugaresAusentes

Epílogo o prólogo.

El niño lobo ha vuelto. Se presentó sin avisar un día de diciembre. Corría descoordinado, sin saber hacia dónde dirigía sus pasos. Se topó conmigo; le paré extendiendo mis brazos, y con las palmas de mis manos, mostrando mis líneas de vida, toqué las suyas.

Milagro. No sanó el niño el lobo, únicamente rescató mis sentimientos.

Según consulté posteriormente, había varios casos de niños lobo que vivían cerca de mi casa. Además, vi algún dibujo descriptivo, semejante al niño con el que me crucé. Como rasgo principal, la presencia y distribución de su bello. En la cabeza, ralo y vigoroso y en su rostro, una incipiente pelusa. En la descripción posterior, resaltaban los sonidos con los que se comunicaban, expresiones onomatopéyicas imprecisas. Y el pronóstico final, difícil pronóstico. Pronóstico impreciso pensé.

En algunas edificaciones de ciertos lugares comunes, no existen puertas, y el espacio se extiende, igual que la distribución del tiempo. En el hueco donde deberían ubicarse las puertas, se colocan cortinas de diversos materiales, que guardan la intimidad del lugar.

El problema surgió cuando se tuvieron que cerrar las puertas y colocar varias cerraduras. El problema fue que había algo que guardar y se fueron los niños lobo, resguardándose en lugares alejados. Y con ellos huyeron las chicas que tocaban la armónica y los negritos bailones. Se fueron yendo todos, como la magia que habitó en las palmas de mi mano, que decoraban mis líneas de vida.

El problema surgió cuando empezamos a contar números. Al uno le seguía el dos, pero éste saltaba hasta el trescientos quince, por ejemplo. Las paredes se había pintado de un azul demasiado intenso y estaban congelado los pensamientos.

Así un día, y otro día, hasta que se prestaba demasiada atención a los días que faltaban, y no a aquellos que  todavía tendríamos que disfrutar. Pasó que se miraba con frialdad, dirigiendo siempre la vista hacia el mismo lugar. Así el día torcido, cuando veíamos algo diferente, no reparábamos en ello, ¿acaso lo necesitábamos?

Le dije que ya había estado en Alsacia. En alguna ocasión todos hemos estado en Alsacia. Leí que allí fue humillado el ciclista Luis Ocaña por Eddy Mercks. Lo sabía desde hace tiempo pero no quería recordarlo, porque pensaba más en la gloría de éste último que en la amargura del primero. Además, ya conocía Colmar, en el corazón de los Vosgos alsacianos. Pero no le di importancia, quizá porque quise crear un lugar común, cuando en realidad era un lugar ausente, perdido. Un lugar en el que se había cerrado de antemano la puerta.

Vi al niño lobo a una distancia considerable de Alsacia, por casualidad, en otro lugar que no viene al caso.


Milagro. No sanó el niño el lobo, únicamente rescató mis sentimientos. Y sentí que hay lugares ausentes, vacíos, repletos de personas dignas con historias por contar.

lunes, 20 de junio de 2016

LaÚltimaMetáfora

Efectivamente no hay más metáforas y no sabría explicar bien porqué. Existe una elevada posibilidad de tener la sensación de estar repitiéndome, también es cierto que estaba deseando su final, como cualquier narrador añora poner el punto y final.

Llegados a este punto, como diría Judith, me encuentro plenamente satisfecho por el trabajo realizado. Sobre todo, porque ha habido personas que han disfrutado con su lectura. Sin ellas no hubiera escrito ninguna metáfora más.

Sé que pasado un mes me arrependiré de mis palabras y me entrarán ganas de contar aquella comparación ingeniosa que alguien -  o yo mismo - utilizará para motivar a un tercero. Pero todo tiene un final.

Y queda poco más que decir. El obligado agradecimiento, echa el cierre.

Gracias a todos las personas con las que pude fabular personajes, su creación fue imaginada desde el respeto y el amor. Y, por supuesto, aunque no sé si alguno me leerá, diré gracias e imploraré perdón, a todos esos chavales que pulularon entre metáforas, a pesar suyo y nuestro. Ojalá nunca les hubiera conocido. Ellos fueron el cordón umbical de todas las palabras que gestaron estos textos.

domingo, 12 de junio de 2016

LaContraMetáforaDelSalmón

A la semana siguiente no hubo más metáforas y se quedaron las verdades al descubierto.

Aunque pese, en ocasiones, las ventajas son mayores que los inconvenientes, y la desidia se convierte en la principal enemiga. No puedo pensar que emplearse en el sector de la educación social sea peor que hacerlo en otros, salvo cuando la comentada desidia se posa en el alma laboral, entonces es posible que se pierda en la comparación, inevitablemente. Como el avaro opulento y deprimido se considera infinitamente pobre.

Mi profesión en ocasiones me permite ponerme un embudo en la cabeza y viajar allá hacia donde mi imaginación llegue. El embudo es un producto barato y perfectamente adaptado a una de las cualidades que se le supone a los empleados de la educación social: la creatividad. Esta semana, con el embudo por montera, estuve paseando por el Orkla. Este río noruego es conocido por el mítico salmón que remonta sus supuestas frías aguas, heladas. Cone la mirada furtiva, observando más hacia dentro que para afuera, pude ver cómo cientos de peces se elevaban a contracorriente. Estaba presenciando la manida metáfora del salmón.

Son muchos los que ven en el antinatural destino del salmón, la capacidad de algunos para combatir las desigualdades o ser la excepción ante la norma. Seguramente que el proceder de este pescado se haya utilizado en infinitas ocasiones para hablar del emprendimiento. Esta capacidad vista en perspectiva fue la excusa perfecta contra la crisis, cuando carecíamos de dinero. Emprender por encima de todo, es decir, nada, pero emprende. Aun así, los que utilizaron como señuelo al emprendimiento, con la idea de pescar al salmón, no sabían de las virtudes de aquél. El emprendimiento es una actitud que se puede enseñar pero claro, eso nos haría más inteligentes; se podría incluir como material escolar pero no tenemos dinero para mejorar la escuela.

Ante tanto inconveniente y viendo que las gotas de sudor brotaban de mi cabeza, decidí quitarme el embudo. En un parpadeo cambio el paisaje. Quedaron atrás los fiordos noruegos. Estaba delante del lánguido Manzanares a su paso por Orcasur. Estaba en un recodo del río cerca de la Caja Mágica. Había llegado allí con mi bicicleta desde La Latina, luego tendría que continuar mi camino hasta Alsacia. Comí allí  unos explosivos garbanzos con arroz y un resto de la cena de la noche anterior de la que recuerdo sus ingredientes. Al terminar observé el río igual de furtivo que contemplaba antes el Orkla. Todo estaba en calma. De los salmones no quedaba rastro, quizá porque nunca existieron. Al poco tiempo apareció entre las turbias aguas del Manzanares una culebrilla misteriosa. Me di cuenta de que ésta no intentaba avanzar ni retroceder. Permaneció un buen rato culebreando en la horizontalidad del agua.  Así la dejé una vez que di cuentas de los garbanzos.

Desde Orcasur hasta llegar a Alsacia se atraviesa por lo que fue antes el poblado de la Celsa, un hermoso pinar en Entrevías y el parque lineal de Palomeras, pegado a la M-40. Después sólo queda atravesar la Fuente Carrantona para llegar a la residencial Alsacia. Llegué allí satisfecho a pesar de que no había conseguido los objetivos que me propuse aquella mañana. Pensé en la mentira que encierra la metáfora del salmón, y cualquier otra que pretende arreglar el mundo, incluidas todas éstas. Emprende, y una buena mierda, pensé, que me enseñen bien a hacerlo.


En ocasiones - puede que en todas - haya que creer en lo que tenemos cerca, por ejemplo en una vulgar culebrilla que ni se deja arrastrar por la corriente, ni tiene que retomar el río para llegar a no se sabe dónde.

lunes, 6 de junio de 2016

LaPuertaHaciaElInfiernoOLaContratuerca

Al infierno no se llega andando, ni guiado por ningún vehículo, ni siquiera en bicicleta. Para acceder al infierno tienes que atravesar una puerta y después dejarte llevar por la imaginación.

En alguna metáfora anterior nombré cierto quicio desquiciado, quizá como idea precursora de esa puerta con destino a los infiernos. Concretamente, en uno de estos textos, el de entre el cielo y la tierra, la analogía se aproximaba peligrosamente al fuego. De trasfondo, estaba el rol que fingimos algunos educadores que nos encontramos entre el empresariado y los futuros trabajadores. Lo cierto es que en el desarrollo de estas funciones no es sencillo adivinar si somos buenos, malos, o simplemente regulares, posiblemente ni tienen que juzgarnos. Por ejemplo, a Khaleesi le cuesta dimensionarlo aunque le va cogiendo el gusto; hasta mi querido nihilista de apellido judío barrunta este destino y sus posibilidades. Hace unos días me preguntó sobre el puesto y, por lo leído en las metáforas, entendía el judío la sucia labor que se realiza en medio de la nada. Sin embargo, no es cierto, le respondí. Y comprendí lo mal que me explico en muchas ocasiones.

Mediar supone comprender, a unos y otros. Aunque en muchas ocasiones ciertamente llevemos a los jóvenes a un lugar próximo al infierno, no hay que olvidar el lugar del que estos provienen y, por supuesto, del que nosotros mismos partimos. La vida mancha, dice Humana en boca de no sé quién, y lleva razón. La mancha está en todos, en todo, y reconocerlo es una tarea complicada, para nosotros, y mucho más cuando tenemos que explicárselo a los demás. Gracias a la mediación, se reconocen las partes que entran en el juego, y cómo cada uno defiende su posición, y su estrategia. Describir culpables o inocentes no es nuestra labor. De nuevo hay que evitar el juicio, aunque en muchas ocasiones pequemos de coger la balanza y juzgar gratuitamente. Así que entiendo que en estas, mí querido nihilista de apellido judío sería un perfecto mediador, seguro. En el fondo los que se disfrazan con ropas comunes, esconden héroes anónimos. Y el judío es uno de ellos.

De hecho, por casualidad o no, montado cual orate en bicicleta por Arturo Soria, comprendí cuál era el ejemplo perfecto para explicar el papel del mediador y por defecto, o afecto, o el de cualquiera que pretenda enseñar.

Unos días antes había asistido de ayudante a un taller de mecánica de bicicletas impartido por mi respetado compañero El hombre tranquilo. Ayudar, es una categoría demasiado compleja para la escasa actividad realizada. Así que escuché, como siempre, los sabios consejos de mi compañero sobre los entresijos de la bicicleta y del ciclismo. Aprendí que un elemento esencial en diferentes partes de este vehículo es la contratuerca. Si la tuerca da firmeza a la pieza de turno, la contratuerca además favorece el movimiento. Esto es, asegurar la rigidez del sistema logrando que todo fluya con precisión. Estas piezas se encuentran en la dirección, las bielas y las ruedas. ¡La contratuerca! Tanta sencillez es aparente porque la contratuerca hay que colocarla en el punto justo en el que se funden la seguridad y el movimiento. Ni que decir tiene que si aprietas de más, se genera tal consistencia que se impide el movimiento. Si lo haces de menos, se corre el riesgo de que se deslavace el mecanismo. La contratuerca es por lo expuesto la metáfora de la mediación y la educación, el equilibrio perfecto. A buen entendedor… Ni le sobran ni le faltan las palabras; sólo le queda creer en sus razones.

O falta alguna idea; siempre. En la metáfora en la que se refleja ésta, la llamada entre el cielo y la tierra, se hablaba explícitamente de política, del señor de las barbas que nos gobernó. Justo ahora, en segunda vuelta, tenemos la posibilidad de volver a predecir el futuro. Casualidades o no, sobrevuela mi imaginación otro político. Uno ingenioso y de altos vuelos, tanto, que ya mira por encima del hombro; si le llamas Pablo puede que responda. Este prohombre se cree periodista en un programa llamado La Tuerka, con K de radicalidad, se entiende. Qué casualidad. Mencionada la contratuerca aparece su gemela, esa que sólo aprieta, porque es rígida: la tuerca. Ojalá en el amplio maletín de las herramientas del tal Pablo haya alguna contratuerca de esas que utiliza El Hombre Tranquillo.

Al hilo de tanta política, me quedo con las sabías palabras de El limón más dulce que he conocido, “se gobierna para todos, no sólo para los que te votan”, dice. ¿Lo mismo al hablar sobre esto se quería referir también a la educación? “Se educa para todos, no sólo para los que tú crees educar”. Vivir para ver; o simplemente para aprender. 

jueves, 2 de junio de 2016

FinDeCiclo


Para que a Clint se le considere un grande del cine, tendría que filmar una comedia. Por ejemplo, siempre he admirado la capacidad de Kubrick para reinventarse con estilos diversos, y la de Wilder para brillar en otros géneros opuestos a su especialización como comediante irónico. A Clint le falta saltar un tenue arroyo, tropezarse y postrar su rostro encima de una tarta. Por fin hoy me he atrevido a comentárselo, y eso que él comparte mis aficiones por lo absurdo. Aun así, yo le he recomendado la utilización del humor para contar historias. Quizá, si lo hiciera, podría desprenderse de la necesidad de tener que demostrar constantemente sus capacidades.

Billy Wilder, uno de los directores mencionados, tenía la capacidad de maquillar dulcemente la irrisoria realidad del ser humano. Su trayectoria justifica su estelar aparición en las metáforas, sobre todo cuando es tiempo de despedidas.

Para entender la intervención con jóvenes es necesario, por lo menos, estar en un mismo proyecto dos años. Y elijo este número porque, recién estrenado mi segundo aniversario en este lugar aspado, me he dado cuenta del sentido de mi trabajo. En una cadena de producción, inicialmente las piezas son formas sencillas que según avanza su itinerario van revistiéndose hasta alcanzar el resultado final. Igualmente, en nuestro proyecto nada tiene que ver la persona que aparece por allí con dieciséis años con la que parte cuando alcanza los veintiuno, punto de corte entre la juventud y la madurez, irónicamente hablando. Durante dos años, en mi caso, he podido observar cómo han ido creciendo mucho jóvenes. Nozah es una de ellas. En su momento tuvo su metáfora, cuando la escasez reinaba en Alsacia. Si empleamos el pensamiento único pensaremos que Nozah ha vuelto a fracasar. Sin embargo, tomando en cuenta otras variables, valoraremos lo contrario. A punto de terminar su turné por esta cadena de producción, Nozah se irá del programa sin tener un trabajo. Por suerte el éxito no tiene medida, si no es valorado desde el proceso por el que se consiguen las cosas. Así Nozah ha aprendido, ha madurado, ha entendido ciertas cuestiones que posiblemente le sirvan en su tránsito hacia la madurez, aunque no disponga de la mirada del tigre, ni de la suficiente abertura de diafragma para contemplar en su esplendor el cielo que se dibuja en la distancia. En breve Nozah partirá, si es que no se estaba yendo desde hace un tiempo. Su destino es tan incierto como el nuestro, en el caso de que alguien jugara a las metáforas con nosotros.


El ciclo perfecto comprende un tiempo de 5 años, así que aún me queda recorrido. Otro, sin embargo, ya ha cumplido el suyo. Podría haber optado por dar una vuelta más pero quizá su traje de neopreno se ha desgastado demasiado. El guapo Moreno se llama Ricardo y ha traspasado la ansiada barrera de las metáforas. Como le ocurrió a El padre perfecto abandona un campo de minas para irse a uno de batalla donde se juega con balas de fogueo. Eso sí, los jóvenes seguirán siendo su población diana. A Ricardo ya le he visto partir y no tardando demasiado, he vuelto a subirme en su deportivo metalizado. Sin duda es el educador con más estilo que he conocido. Es de los que algún día va en bicicleta y otros, los que más, huele bien. Como tantos otros, un día perdió la comodidad de mantenerse elevado dirigiendo un proyecto aunque, en cambio, se dio cuenta de que seguía siendo digno. Nunca ha perdido la dignidad ni la pose; el día que quiera trasmitir su sabiduría, mostrará la inmensa dificultad que tiene mediar con las empresas, haciéndolo con un estilo sencillo y firme. Pocos están a su altura, porque Ricardo es, sobre todo, un tipo grande. Igual que Clint, aunque nunca dirija una comedia. Nadie es perfecto.

domingo, 29 de mayo de 2016

LaEtiquetaEnElCulo


De un tiempo a esta parte se ha favorecido el reconocimiento de la invisibilidad de ciertas situaciones ocultas, olvidadas o intencionadamente apartadas. De esta forma, entre la mediocridad que sostiene a la sociedad, surgen hierbajos dignos de ser contemplados. Sin embargo hay cuestiones de las que todavía no se habla. Una de ellas es el malestar provocado por el contacto de una etiqueta con el culo, o, si se prefiere, el efecto provocado cuando ésta sutilmente encuentra cobijo en la ranura surgida de la cercana confluencia de las nalgas. Imagino que cuanto mayor sea la calidad de la prenda portada, mayor será la etiqueta correspondiente, porque la calidad, y el precio, requieren de una buena explicación, aunque se meta por el culo.


Yendo al contenido de estos textos, por simetría metafórica le toca el turno a Sharon Melissa. La suya en su momento fue una historia coloreada en ámbar. Se podría decir que en aquel momento se intentó describir un recorrido entre semáforos, en una vida repleta de paradas bruscas y reducidos paseos entre avenidas. Sharon ya no acude a la cueva y si se sabe de ella es por Clint, que mima en la distancia su proceso, en un momento en el que quizá Sharon necesite distanciarse. Una duda que me surge  a propósito de lo aquí expuesto es si Sharon ha sido consciente en alguna ocasión de la sutil rozadura que provocan las etiquetas en el culo.

Ante la ausencia de Sharon, la casualidad ha provocado el encuentro con otro de los protagonistas de aquella metáfora: El Sr Rojo. Aproveché un paseo por La Castellana en busca de oportunidades laborales para hacer una visita al afamado músico. Más acá de lo musical, por otra parte, la principal, El Señor Rojo pasa por ser uno de los grandes profesionales de la intervención social con los que me he cruzado. Las circunstancias han hecho que nuestras trayectorias formativas y laborales se hayan cruzado incesantemente como los hilos de una cuerda. Aunque en empresas opuestas, todavía seguimos compartiendo dedicación en la intervención con jóvenes. Con El Sr Rojo siempre surge la reflexión, de lo profesional y lo humano. El anhelo del método siempre está presente, anteponiendo las opiniones que generen un consenso. En esta ocasión, además, surgió otro debate: la incorrecta utilización de las etiquetas para encapsular a los jóvenes con los que trabajamos, u otras personas más cercanas. Estas etiquetas precisamente son las que se meten en el culo, con efectos más perniciosos que una etiqueta por unas nalgas.

En la actualidad, entre los más populares etiquetajes se encuentra el de la TDAH. Es sintomática la utilización del acrónimo para nombrar este trastorno, como si un producto de consumo se tratase: CyA, DIA, FNAC, IBM o IKEA. El trastorno del déficit de atención e hiperactividad es un asunto recurrente para una sociedad que protege hasta el extremo a la infancia y exige una madurez sin tener en cuenta la travesía alocada que supone la adolescencia. Aun así no hay que negar su existencia, pero sí criticar su uso irregular, como el de las etiquetas molestas en determinadas partes de nuestros cuerpos. El problema surge cuando el que se cree experto aprovecha la etiqueta para diagnosticar y prever la dificultad que supone trabajar con personas con el trastorno de turno. No se bajan de su pedestal porque por eso se han subido, y además carecen de herramientas, dicen, porque nadie les enseñó, sólo intuyen. Consecuentemente aíslan el problema y, de paso, esos profesionales aprovechan para trabajar menos, continuando, eso sí, con su vitola de experimentados profesionales. A estos precisamente después se les ve abanderando causas perdidas y derechos necesarios pero aparentemente inmerecidos. En definitiva, aunque deberían pasar por invisibles, estos profesionales son igualmente de incómodos que la etiqueta entre nalgas, o por el culo.

En paralelo, escucho a Humana; leo sus reflexiones. Me doy cuenta de que en realidad todo depende de cómo observamos. Es posible emplear etiquetas, porque inevitablemente las necesitamos, pero también hay alternativas, como valorar el esfuerzo y la capacidad del que sufre, que quizá nunca eligió el sufrimiento como opción de vida. Pura creatividad que diría Humana.


Una vez impresa la metáfora, escucho un viento lejano que bien vale de germen para muchas otros textos. En el fondo, una vez que comienzas a escribir no se puede parar.

domingo, 22 de mayo de 2016

TiempoEntreMetáforas

La ilusión de control sobre el paso del tiempo es trascendental, como la propia existencia. Inevitablemente se leerá pedante este comentario, como también puede interpretarse igualmente  esta metáfora. Sin embargo, sería imposible comprender estos textos sin tener en cuenta las circunstancias temporales en las que se envuelven las metáforas, como sucede con la propia vida.

Un día de esta inestable primavera, no hace mucho, me desplacé al bunker en el que se esconde mi querido nihilista de apellido judío. En una de sus salas acondicionadas se rodea del guapo Moreno y de Ed, el Jedi. Allí los tres combaten el paso del tiempo a cañonazos. Mientras, se encuentran en espera de que llegue Godot, sin duda. Al respecto, dicen lenguas intencionadas, que la obra de teatro” Esperando a Godot” debe su nombre al paso de los ciclistas en un Tour de Francia. Supuestamente,  al autor, Beckett, se le ocurrió el argumento de su obra cuando acudió a esta prueba ciclista, y los espectadores no se movían de la cuneta porque esperaban a un tal Godot, quizá el último de los participantes. ¿Esto es cierto? Cómo la vida misma. Absurdo.

Mi querido nihilista de apellido judío reflexiona mucho sobre el paso del tiempo. Una vez separados entre aspas, cuando volvemos a  encontrarnos, los monosílabos pueblan nuestras conversaciones, como sucedía anteriormente. Aunque también surgen ocurrencias cargadas de significados. ¿A que es como si últimamente no hubiera pasado nada?, me pregunta el judío. Qué razón lleva. Tan lenta, al tiempo que apresurada, la vida fluye, maquillando sutilmente nuestros rostros. Sin embargo, cuando nos queremos dar cuenta, observamos que la crema tiene un considerable grosor.

La primera reflexión explicita entre metáforas  sobre el tiempo, fue precisamente la leyenda del tiempo: Erec y Enide. Esta metáfora la tengo entre mis favoritas, aunque creo que su comprensión fue relativa. Quizá se entendió como algo absurdo, como la espera de Godot. Más allá de sutiles especulaciones, en el caso de que las hubiere, o hubiese, se tienen noticias de aquellas ávidas buscadoras de empleo que protagonizaron esa historia. Actualmente Eunice, que no Eurice, está sumergida en la más mísera economía tan presente en nuestra sociedad. Miles de horas a bajo precio. Empleo low cost, en sintonía con la modernidad, todo para todos; democracia en el empleo. Por otra parte, Noelia está más protegida, en este caso por una amplia cadena de comida rápida, bien agarrada al cuello. No obstantes parecen felices. A ambas no se les nota el maquillaje y, llegado el caso, si lo desean podrán limpiarse su rostro tranquilamente, una de las ventajas de su inestable juventud.


El tiempo es sereno y no creo que se preocupe de su propia existencia. Sin embargo provoca cierta erosión. A toro pasado,  le respondería a mi querido nihilista de apellido judío que no nos hemos dado cuenta del maquillaje que impregna nuestros rostros, de la capa que nos embadurna y, a veces, protege; del paulatino crecimiento de ésta. Por eso cuando queramos darnos cuenta, no podremos actuar como Eunice y Noelia. Para limpiarnos necesitaremos remojarnos durante largas horas el rostro, con el riesgo de ahogarnos. Pero todo es relativo, siempre y cuando nos queden ganas de seguir esperando a Godot. 

martes, 17 de mayo de 2016

LaLeyendaDelFrancotirador

Iv es un francotirador. Samuel es un francotirador. Khaleesi es una francotiradora. Judidth también lo es. Por supuesto que yo lo soy. Todos lo somos, en el fondo. Y Clint dirigió la película.

Iv ya apareció en estas metáforas. En su momento se describió su indecisión para generar un plan B, el del esfuerzo.  A pesar de ello, durante un tiempo estuvo trabajando. Imagino que le supuso alguna que otra gota de sudor, y no sé porqué sospecho que se ha reafirmado en su idea sobre la escasa dignidad que provoca el empleo. Trabajar es de pobres, pensará, mientras me habla de la capacidad de determinados seres humanos que saben lo que quieren, consiguiéndolo sin distraerse. Elemental. Yo creo que Iv acude ocasionalmente al taller simplemente para recordarnos sus planes y erigirse, sin saberlo, en un francotirador, bienintencionado, capaz y solitario.

En paralelo a las ausencias de Iv en el taller, recuerdo una de las últimas conversaciones mantenidas con Clint, retirado en la última atalaya del barrio de Prosperidad. Olvidando sus capacidades de cineasta longevo, Clint baja a la tierra para hablar de la intervención social, sobre todo de la ausencia del método. Yo afirmo y escucho. ¿Qué es el método, Clint? Y Clint habla del consenso y de las acciones coordinadas, sobre todo. Se va por las ramas y cita Cartas desde Iwo Jima, como el que no quiere la cosa. Y no es eso. La referencia no está vinculada a la sinrazón de la guerra, por supuesto, sino a cómo cada uno hace ésta por su cuenta. Fruto de la ausencia de método en la intervención social, surge la improductiva defensa de unos derechos laborales consensuados por parte de todos los trabajadores. Somos francotiradores, concluye Clint. Y le recuerdo que ya ha dirigido una película sobre este tema. De hecho es probable que en breve vuelva a coger su fusil, como Johnny. ¿Quién sabe?

De vuelta a la realidad, pienso en las ideas de Clint: Quizá simplemente es que se confunda la soledad de aquél que pega tiros con la necesidad de adaptar la intervención a las personas con las que trabajamos. Según cada persona, según sus circunstancias. Otras alternativas militares podrían ser la fuerza de la legión romana, o la singular capacidad de arrasar de los panzer alemanes. Pero sería impropia de este trabajo. Es más probable que estas estrategias sirvan para fabricar tabletas de chocolate, como hacía Willy Wonka. Sin embargo  el problema persiste y, en mi opinión, ni siquiera se habla de ello. Sin método, somos lobos solitarios, francotiradores que apuntan hacia su objetivo a la espera de conseguir una medalla por nuestra destreza.


Y luego está la casualidad. Samuel es el típico buscador ausente. Alentado por El limón más dulce que he conocido, heredero de la mismísima Khaleesi, jamás le escuché una palabra en el taller. Sin embargo hace poco acudió en tropa a la cueva y comenzó a disertar con gracia y desparpajo.  De repente asoció su conversación a las consolas de juegos. Y habló de esos donde se pegan tiros. Al indagar al respecto, mencionó al francotirador, su personaje favorito. Le tiré de la lengua y asemejé a éste con las virtudes del buen buscador de empleo. Subido en su atalaya, observa cómo pasan las ofertas. Con su arma de precisión, el francotirador apunta y la oferta cae rendida. Samu imagina esa posibilidad, sin saber que el problema de este soldado especializado no es otra que su incapacidad para recoger los frutos conseguidos. Para ello tendría que contar con otros compañeros que cubrieran el flanco, que se dice. Al final Clint llevará razón. Habrá que planificar la estrategía.

miércoles, 11 de mayo de 2016

DecididamenteParaANormal

A propósito de Eva.

Eva es funámbula, quizá desde su más tierna infancia, si es que el tiempo puede adjetivarse tan delicadamente. Incluso puede que todos tengamos algo de esta capacidad de hacer equilibrios, encima de una cuerda floja, o no. La metáfora de Eva en su momento fue una excusa, porque Eva ya tenía mucho camino recorrido. Ya llegó mujer al taller hace años, de cuando en lugar de en una cueva, habitábamos en un pasillo alargado. Y se fue hace unos meses pretendiendo confirmar un derecho ya obtenido: la normalización de la transexualidad en un entorno decididamente hostil.

Ausente Eva, nos queda auparnos a una cuerda, agarrar un mocho e intentar no resbalar, para ver qué coño de Metáfora sale.

Si se quiere mantener el equilibrio, recomienda La Rosarina, hay que prestar atención en un punto fijo. Concentración. Así en un extremo se cargan las ideas y en el otro las necesidades. En la cabeza, el embudo. Con este objeto mágico se consigue una coherencia inesperada, porque cada vez que resbalas, puedes disfrazarte al instante, sin dar explicaciones.  En esta imaginada y rara situación es sencillo dar un paso un falso. Lo que viene siendo un paso en el vacío, que te despierta, normalmente de un buen sueño. La cautela, es virtud.

Ante el desequilibrio queda una posibilidad: reírse de uno mismo y con los demás; de los demás, también vale. La cuerda mengua, los brazos quedan próximos al cuerpo y el mocho en horizontal. Balanceo hacia la izquierda, como cargan los toreros. Levanto la pierna izquierda. Percibo que el peso está de parte de las ideas. Salto. Cambio de indumentaria. Soy un preso sin su “Jail”. Me doy cuenta de que hay que eliminar algún que otro ideal. Me quito primero los ingenuos sueños infantiles que pululan por mi cabeza y la absurda esperanza de cambiar el mundo de golpe y porrazo. Ya está. Vuelvo a alzarme en mi cuerda.

Tras 0, 26 millas recorridas, que no sé exactamente con cuantos metros se corresponden, comienzan a cargarse los brazos. Lanzo el mocho todo lo lejos que puedo y se cuela en su cubo original. Cierro el círculo perfecto de un operario, barra operaria, de la limpieza. Extiendo mis brazos en cruz. A pelo. En el intento me desnivelo y vuelco hacia la derecha.  Son legión las necesidades. Me olvidaré for ever de sanearme las uñas, prefiero volar como un águila; rechazo el absurdo concepto de disponer de zapatillas pronadoras, quizá porque sea supinador; y olvido irremediablemente el intento de coleccionar todas las películas, o filmes, de José Luis Ozores. Por arte de magia soy Mario Conde en su “Jail”. Para arriba, con entusiasmo.

Ahora la cuerda se inclina 33 grados, 23 minutos y 2981 segundos longitud norte y 0 de todo en latitud este. Es decir, tiende hacia abajo. Coloco los pies en perpendicular al cuerdamen. Me voy a calzar una buena hostia y no me van a dar ganas de sonreír, precisamente. Inclino mi pecho hacia adelante y tras una ficticia voltereta, imaginada, no cabe duda, me trasformo en Dennis Rousssos, cantando con acento de Valladolid. Este gachó sí que fue un hípster y no uno de esos que se engomina hasta la barba. Ahora sí que he llegado al equilibrio imperfecto, sin fisuras.

SI nos partieran por la mitad, con un corte sagital, se descubriría la esencia del ser humano. Desde la coronilla hasta la pelvis, ramificándose por las piernas hasta los dedos de los pies, nos recorre a todos el nervio del humor y sus hermanas arterias, la ironía y la locura mesurada. Hay casos en los que ese nervio provoca múltiples sinapsis y otros en los que no llega a la vuelta de la esquina. Aun así, con entrenamiento, se pueden conseguir resultados sorprendentes. Todo es cuestión de proponérselo.


Sin duda, echamos de menos a Eva, como antes la echábamos de más.

miércoles, 4 de mayo de 2016

RetornoAlPasado

Por supuesto que las metáforas comienzan en uno mismo, y seguramente finalicen en ese mismo lugar, archipiélago imprevisto de islas agitadas. Quedamos amarrados al viento. Si somos agua, nos removemos, y de ser fuego, se avivarían nuestras llamas hacia no se sabe dónde.

Me refugio en la oquedad que formó la erosión y contemplo el mar abierto, desconocido. Hay días en los que se produce un efecto llamativo. La niebla se posa en la arena y no se diferencian los matices opuestos entre el cielo y el mar. Me encuentro ante una gran cortina. Siempre he disfrutado separando esas hojas colgadas del techo, cuanto más espesas, más. ¿Qué habrá detrás? Y separo el aire imaginándolo firme. Hay vida. De repente aparece Humana. Retorno al pasado.

Extrañamente volví a ilusionarme con la intervención social cuando entré en el local del pasillo interminable. Descubrí  a los jóvenes, y todas las posibilidades que ofrece este colectivo. Jóvenes son, según el Ayuntamiento de Madrid, los chavales que están en edad de merecer un empleo, a partir de los 16 años, hasta los 21, edad en la que se les supone cierto grado de autonomía. ¿Y después? Después, como todos, crecen y se reproducen. Al abrir la cortina de niebla imaginada, me di cuenta de la oportunidad que nos había deparado el trascurrir de los acontecimientos. Humana antes de velar por todos, mimaba a las empresas para que entendieran la importancia de dar una oportunidad a los jóvenes. Por añoranza, o necesidad, me invitó a visitar una con la que ella colaboraba. El tiempo hace estragos: Hay empresas que crecen y jóvenes que se hacen mayores a base de trabajar. Me imagino a Humana cuando hace años acompañó a esos mozos hacia un camino insospechado, sabiendo que algunos llegarían al lugar en el que ese momento nos encontramos nosotros. Lógicamente el proceso estaba lleno de incorrecciones, bajo la premisa de seguir intentándolo. A pesar de ello, por cómo el empresario nos atendía, entendí que tras la cortina había vida. Retornar al pasado, nos hace entender mejor el presente y confiar en la prosperidad.

Al mirar hacia un lado, el paisaje se trasforma. El tiempo vuelve a posarse en el pasado. Veo al Guapo Moreno, más joven y observo que por allí me encuentro yo pululando. Entre chutas, bonometros y sueños truncados, aprendimos lo que implica trabajar con personas. Crecimos con voluntad y sin límites. Un camino lleno de trompicones necesarios. Como los buenos superhéroes, Moreno fue tejiendo su traje de neopreno. Ahora dice que tiene algún jirón. Y me alegro por ello, porque puede que él también esté retornando al pasado.


Vuelvo a mirar a Humana. La cortina va plegándose. Una vez cerrada, aparece ante nosotros la dichosa cueva. El viento se ha parado en Alsacia y el calor nos avisa de un tiempo nuevo, quizá uno vivido anteriormente.

sábado, 30 de abril de 2016

DePiedrasAlbañilesYArquitectos

Iosu engaña cuando le ves.

Conocí a Iosu en el local del pasillo interminable. Era una roca. Tenía un único propósito: arrojarse al mundo laboral, sin tener en cuenta las consecuencias que eso supusiera.
Pasado un año, apareció en estas metáforas. Entonces ya era el arquitecto de sí mismo, de su proyecto. La roca se había pulido, convirtiéndose, por arte de magia, en un tabique, pendiente de seguir prosperando.

Ahora que las metáforas inevitablemente van decayendo, vuelvo a encontrarme con Iosu. Él es de los mejores buscadores de empleo con los que me encontrado. Mantiene su capacidad de mimetizarse en un objeto arrojadizo, y eso en un lugar hostil como en el que tenemos la oportunidad de vivir, le permite acceder rápidamente al lugar que se proponga. Otra cuestión es mantenerse allí. Esto es lo que ha aprendido; una forma como otra cualquiera de sobrevivir, aunque le vaya deteriorando. Además Iosu no sabe controlar su fuerza y su mente ruge hasta la enfermedad. Quizá por este motivo le cuesta comprender, aunque pueda entender a quien le quiere. Igual que Iosu encuentra fácilmente, pierde rápidamente, como le sucede a cualquier joven recién estrenado en el mercado de trabajo. Estos son los argumentos por los que Iosu necesita albañiles a su lado. Concretamente a profesionales de la construcción social que optan por el rol profesional inverso. Es llamativo este traspaso de funciones. Iosu no llegó a superar la ESO y un albañil de la construcción social está sobre cualificado con su título universitario en la boca. El albañil conoce las herramientas y los métodos de trabajo pero es la persona atendida quien dirige el proyecto. Iosu constantemente lo está haciendo.


Sin embargo, siguiendo con esta extraña construcción, hay un momento en el que el ciclo finaliza. Llega un día en el que concluye el trabajo realizado. Asumirlo es tan complejo como propiciar que alguien confíe en un albañil para que éste le ayude, o motivar a esa misma persona para que se produzca el cambio esperado. Iosu está apunto de decir obligadamente adiós; un Auf Wiedersehen doloroso. Aún así, otras albañiles se aferran a un hasta luego. Humana y Khaleesi han encontrado un curso de jardinería para Iosu. Puede que sea el lugar óptimo para arrojar piedras. 

domingo, 24 de abril de 2016

ComienzaElDescenso

La vida es irregularmente simétrica. A la cima ascendida le sigue una similar bajada, con sus peculiaridades y riesgos. La simetría perfecta sólo aparece en el papel. Bien escrita en la ficción, o dibujada en un perfil en el que los detalles se ausentan. Por ejemplo, en la escalada los éxitos no se alcanzan hasta que regresas a tu destino.

Las metáforas siempre serán posibles, tanto en su ascenso como al bajar. Todo comenzó un septiembre otoñal con Una metáfora para Hanan. Llegados al vértice de la cima 
ahora comienza el contemplativo descenso. Como diría Judith, llegados a este punto... No se pretende valorar éxitos ni fracasos,  lógicamente por que no era el objeto de estos textos, ni cabría tal propósito cuando se trabaja con personas y éstas son las que están en juego. Los profesionales de la medicina no son juzgados por sus muertes,  ni los bomberos que desean apagar un fuego, por la misma causa. Hay demasiados factores que influyen antes de rasgar con un bisturí o apuntar con una manguera. A la intervención social le sucede algo similar. La diferencia es la ausencia del reconocimiento que sí tienen las anteriores profesiones. Es el momento de utilizar la palabra para que las luces muestren la realidad.


Cualquier joven que comienza una actividad laboral sorprende a todos. Son tantos los estereotipos negativos vertidos sobre ellos que nadie apostaría por el éxito. Sin embargo, sin arte de magia, consiguen su propósito. Para ello hay dos factores importantes, que alguien crea en ellos y que tengan más de una oportunidad. A Hanan le expliqué que se quitara el miedo a una caja registradora, con la idea de que aprendiera a pensar en objetivos a largo plazo. En ocasiones una piedra en el camino puede proyectar una sombra tan alargada que convierta a ésta en montaña. Luego Hanan se empleó como hacedora de camas y finalmente, propiciado por el Doctor Empleo, trabaja como auxiliar administrativa en una empresa de quicio desquiciado, acorde con la maltrecha realidad del empresariado de este país. Desde ese momento, Hanan sigue aprendiendo y por la satisfacción que provoca en el empresario parece que con éxito. Imagino a Hanan irónica, con su fuerte carácter de mirada que echa para atrás, controlando el despacho que pueda compartir con dos compañeros más. Será aplicada en lo que haga y llegado el caso será capaz de enseñar a los demás cómo mejorar en el trabajo. A partir de aquí para ella no habrá más metáforas, sólo un camino repleto de cantos, chinas y hasta una acumulación de piedras como consecuencia de un desprendimiento. Su virtud será tener paciencia para esquivar estas barreras.


Mientras, Clint, inquieto, filma un documental: La Educación Canina y Dios, relación si la hubiere. Posteriormente, me imagino, regresará a su ficción favorita y nos regalará un último Harry: Harry, el educador inquieto.

miércoles, 20 de abril de 2016

ActitudDeFuego-YHielo-

Son más las ocasiones en las que las diferencias se convierten en problemas, en lugar de transformarse en oportunidades. Y todo porque somos tantos; siendo más sencillo agrupar que provocar la dispersión.

Me he dado cuenta que desde hace más de una metáfora no me colocó el embudo mágico, ese objeto prodigioso por el que te conviertes en quien desees con sólo tocarte la cabeza. Desde hace unos años, en el mes de abril, de habérmelo puesto, seguro que me hubiera hecho viajar al mundo mágico de los Tronos, el  de los Juegos de Tronos. Aunque, en ocasiones, estando en la cueva siento la posibilidad de pertenecer a uno de los siete reinos. Ciertamente es llamativo como en una (des)organización como es la que rige el destino de un proyecto público, en cada uno de sus centros la actividad pueda ser tan diferente. Y eso que geográficamente nos encontramos en el mismo Madrid vistoso. Un lugar de torres pronunciadas y diferencias sutilmente encubiertas. Lógicamente también hay similitudes, mientras, por lo menos, haya un enemigo común. Un sino éste propio del deambular de la sociedad en el que pesa más a quien te enfrentas que lo que realmente eres. Diferencias.

Sin necesidad de un embudo me doy cuenta de que la mismísima reina de dragones, Khaleesi, trabaja en la cueva. Llevo un tiempo buscando una metáfora para ella y por fin me he percatado del personaje al que representa. Esta reina de menores nuestra, al igual que la que domestica dragones, sobrevive gracias a una capacidad personal imprescindible para trabajar con personas. Su actitud hacia las tareas que realiza con los jóvenes le permite no distanciarse de su objetivo, y su tesón provoca que continúe luchando por lo que ella considera relevante, que no sea otra cosa que los propios jóvenes. Es cierto que esta actitud se va desgastando con el tiempo y se diluye en el espacio, como un olor pasajero poco significativo. Sin embargo, la persona que la tuvo siempre la retiene, y Khaleesi sigue manteniéndolo con poco desgaste. Durante mi trayectoria profesional me ido cruzando con muchas personas que tenían esa actitud que, más allá de ideologías y diferencias personales, significaba una mejora sustancial en la profesionalidad de cada uno. De hecho actualmente tengo la fortuna de rodearme de compañeros que la mantienen. Me imagino que al bróker, que se rompe el alma por el dinero, le acompañará una actitud, diferente a la que se tiene en la intervención social, pero imprescindible para realizar su trabajo. Vamos, que al pescador no le podrías quitar nunca su paciencia.

Quizá esta actitud es la que mantiene con vida las maltrechas profesiones que trabajan con personas. Podríamos llamarla vocación. Es posible, aunque no sólo de vocación viven las personas.


Los tronos son de siete reinos. En la realidad los centros de trabajo que sustentan el proyecto son menos. Cada centro queda ubicado en un espacio singular, con sus similitudes y sus diferencias.  Hoy en la cueva nos hemos sentado a comer con la mesa recubierta con un mantel. Puede que sea un hecho irrelevante pero metafóricamente es significativa la sensación de comodidad que ha provocado. En cierta medida parecía que comíamos en una casa. Un lugar acogedor, con sus peculiaridades, objetos de culto y diferencias. Como en las mejores familias, un espacio al que siempre se puede volver, e irse. 

sábado, 16 de abril de 2016

EnBuscaDeLaFelicidad

Miro hacia el techo. Observo los mínimos orificios rectangulares que permiten que el aire se distribuya por la sala. Cerca están los focos. Los paneles son cuadrados y se alinean con uniformidad. No hay nada más.

El constructo de la felicidad seguramente sea una insondable porquería infinita. Abarcarla supondría tal complejidad como controlar al ser humano. ¿Eres feliz?

Cuando miras una pantalla en blanco durante más diez minutos, sin saber qué decir, tienes un problema. El último recurso es salirse por la tangente. Las metáforas tienen los días contados, a pesar de los deseos de Judith. El recurso es el pasado. En el local del pasillo interminable repetía indiscriminadamente la pregunta aquí ya citada, ¿eres feliz? Esta duda era una trampa y, de paso, una herramienta potente para acercarme a los chavales, y más si alguno se apellidaba Feliz. El colmo de la felicidad, todo un constructo. Desde que estamos en la cueva no pensaba en eso y no me atrevía a pronunciarlo.

El otro día volví a ver a Kaylin, cuya inserción laboral propició La metáfora del gol. Al repasar ésta, observo mi imprecisión para acertar al nombrar a las personas. Finalmente lo consigo pero para ello tienen que pasar unos meses, o más de una metáfora. Así que Kaylin no es tal aunque sí su historia.

Es sencillo que Kaylin encuentre empleo. Su juventud, simpatía y capacidad de esfuerzo le permiten acceder al mercado laboral, y mantenerse en el mismo. Sin embargo su sentida soledad hace que sus esfuerzos porque vayan bien las cosas se multipliquen. Una idea que recorre estos textos, y quizá toda la intervención social, es la generación/existencia de redes de contactos que faciliten la integración. El más reflexivo de los educadores sociales, Sergio Arranz, me lo recuerda siempre que le veo. Kaylin perdió su red y ahora le cuesta tejer una.

Uno tiene sus virtudes y sus limitaciones. En ocasiones soy como Erik, el vikingo, que cree que llegado a un límite el mar cae por una eterna cascada. Todavía nos falta a ambos descubrir que el mundo realmente es redondo, algo ovalado. Así que hablando con Kaylin, por mucho que uno quiera, hay un momento en el que tenemos que observar como el agua se derrama en su infinita caída, impotentes sin saber qué hacer. Kaylin, ¿tú eres feliz? Kaylin reacciona, piensa y expresa parte de su felicidad, e infelicidad. La metáfora no es tal, sino un medio para hablar e intervenir; reforzar y averiguar; sabiendo que el camino es indefinido pero posible. Una argucia para pensar y actuar.


La felicidad de ellos es similar a la nuestra, a la de todos. Tumbado en la cueva, aprendo a relajarme, en busca, posiblemente, de la felicidad. Acompaño a Elsa y a El limón más dulce que he conocido, en una aventura trepidante. Nos guía La Rosarina, una educada maestra que nos muestra una luz. Por mucho que aspiremos a la felicidad de los demás, en ocasiones se nos olvida la necesidad de cultivar la nuestra.

jueves, 7 de abril de 2016

LaMetáforaDeLasAlasYLosAplausos


Realmente a mí me gusta ¡Qué bello es vivir!, la película, se entiende. No me avergüenzo de ello, al contrario. Puedo presumir de reconocer fácilmente sus escenas y los efectos sentimentales que provocan. Uno de los ejes de esta historia parte de las necesidades de uno de sus protagonistas, un Ángel bonachón, que pulula por el cielo, sin su par de alas correspondientes. Para conseguirlas tiene que convertirse en un verdadero Ángel de la guarda. Así se produce su descenso a los infiernos terrenales. Entre buenos, malos y regulares, en un pueblo americano, una navidad, se descubre que los ángeles consiguen sus apéndices alados cuando suena el retintín de una campana. Y claro, Clarence, el Ángel protagonista finalmente obtiene las suyas, dos, como es normal, por su extrema bondad.

En la cueva, en una de esas paredes absurdas que separan el espacio, colocamos las fotos de los chicos, y chicas, que han encontrado un empleo. Esta idea ancestral  viene de los tiempos en los que se trabajaba en el local del pasillo interminable, producto, creo,  de la imaginación de un dicharachero y brillante compañero que me cedió el testigo, la silla y una flor de papel. Para qué innovar si ya todo está inventado. La liturgia de la colocación y pegado de una foto es verdaderamente significativa cuando el protagonista está delante. En este caso la foto era la de Noelia. Ella ha sido buscadora de empleo durante un tiempo. De hecho ya apareció en una enrevesada metáfora, la de la leyenda del tiempo. Desde hace poco tiempo se emplea en una famosa cadena de restauración. Y acudió a la cueva a dar fe de ello. Impresión de la fotografía, corte – y casi confección -. Parafernalia. Cada vez que alguien aplaude, un buscador de empleo ha encontrado trabajo. Cada vez que una Noelia coloca su foto en la pared, alguien tiene que reconocérselo. Y alguien aplaudió, como si una campana hubiera sonado y a un Ángel le hubiesen crecido las alas. De esta metáfora y/o comparación los jóvenes allí presentes ni se percataron, sin duda como consecuencia de la brecha generacional, o de la dispersión que a veces muestra uno.

Las buenas costumbres nunca desaparecen. Igual que la pared pintada de fotos motiva a encontrar a los que buscan, que Humana esté entre nosotros es un revulsivo para seguir trabajando.  Durante la semana, como por arte de magia, aparecieron por la cueva antiguos buscadores de empleo, sobre los que casualmente se escribió su metáfora con anterioridad. Iv, el que tuvo un plan B, y que ya sabe que hay que trabajar para vivir; y  Nozah, y su mirada del tigre, que vuelve a buscar tras tener precisamente la mirada algo perdida. Es entonces cuando Humana se encuentra con la buena de Nozah, y amablemente la saluda desde el respeto y la comprensión. Humana sabe perfectamente que Nozah no es sólo un número.

Por mucho que nos hayamos empeñado en obviarlo, la cueva tenía luz, y desde esta semana está más iluminada. Los abrazos perdidos del limón más dulce que he conocido se sienten más, todos y cada uno de los sentimientos que por la cueva pululan son tan relevantes que no merece desecharlos.


Mientras, me llegan rumores sobre la nueva morada de Clint. Ahora habita en una almena de un castillo residencial de Madrid. Desde allí seguirá planificando como perderse por las obtusas calles de Madrid, trazando la estrategia que le permita ser libre. Hellen, a su lado, vigila atenta. Aparentemente vivimos en calma, esperando a que doblen las campas, o simplemente que alguien aplauda.