Tras la que diverge se vuelve a cerrar el círculo.
Pensé que durante las vacaciones las metáforas desaparecían,
como sucede con los Trasgos cuando se acerca un ser humano. Me alegra caer en la equivocación, porque desdecirse y “despensarse” en este
tiempo tan equilibrado es virtud. Igual que las metáforas al ser posibles hierran,
quien las escribe Herrero está lleno de errores.
A través de una madeja deshilachada sé que alguien decidió
por Tiara. Una de las funciones de mi trabajo, si es que las hay, es, como ya
he comentado, permitir que los jóvenes accedan al mercado laboral. Claro está
que si se aspira al éxito con este mercado laboral tan impostado es difícil
jugar limpio. De aquí viene aquello del quicio desquiciado: una puerta
chirriante por la que los jóvenes pueden cumplir sus objetivos laborales. Todo
muy “alegal”, por utilizar un eufemismo. Tiara en su momento entró por una
puerta similar. El empresario, por su parte, megalómano como Gallardón pensó
que la mejor estrategia era avanzar sin mirar atrás. Ante las deudas, nuevas
sedes empresariales para paliar la merma. Sin ser un experto en finanzas, intuí
que aquello no era razonable. Pasados seis meses, aprox., entre la Navidad y la Nochevieja, decidieron por Tiara y la despidieron. Este error coyuntural a
Tiara le beneficia para poder desarrollarse en otro lugar o haciendo otras
cosas, simplemente. El problema es el
impago de alguna nómina. Como vivimos al día, es posible que a Tiara algo le
afecte, por lo menos en lo que respecta a los gastos en estas fiestas.
De esa madeja fluye la imaginación. Entre fiesta y fiesta,
llegando a la Nochevieja, pienso en esas cenas que se tienen a bien celebrar en
familia. Mi mente fluye. ¿Con quién cenará Tiara?, me pregunto, o, ¿irá la Alcadesa Carmena a cenar con ella?, especulo. No, perdón, que aquello de siente
un pobre en la mesa era menester de Franco, y Tiara más que menos se defiende
económicamente. Además, es cierto que la Alcadesa ya cenó con los pobres en Nochebuena.
Siguiendo este último hilo, también imagino mi propia cena de Nochevieja. Más allá de disputas intrincadas como las que se dan en las
agrupaciones de políticos, aquello fluirá sin pobres y con mucho esplendor. Llegado
el momento, alguien preguntará, y tú qué tal en el trabajo. Entonces puede que
piense en metáforas, que sirven para llenar los huecos de mi actividad. Es
posible que sienta vergüenza por decir que me empleo en un servicio público descuidado,
que yo soy parte de ese entramado, que el dinero del proyecto es de todos y se
desvía involuntariamente por un sumidero. Vamos una puta mierda, con perdón, Probablemente, llegado el caso, piense en Carmena, por qué no, y en la
posibilidad que más que a un pobre siente a un iluso en su mesa. De ser el
elegido, le contaría todo esto. Dudo sobre su respuesta, la verdad. Puestos a imaginar, es posible que también
invitara a Tiara a cenar en su mesa. El caso es que como Carmena más que por política
la tengo antes por persona, imagino que me escucharía y algo haría. Por lo
menos darme miedo cordero, que uno es glotón.
Mientras llega el momento me entretengo pensando que allá
por donde va el 70 modificarán el nombre de algunas calles. ¿Y si llamaran a esa
de la división azul, Luis Ciges o Luis García Berlanga? Motivos hay pues estos
genios perdieron el tiempo en Rusia y Berlanga sentó a un Plácido/pobre en la
mesa.
En cualquier caso, por favor no preguntéis a nadie por su
trabajo, cuestionarle si es feliz, que es más relevante.