A Clint siempre recurro porque se parece a mí y añoro
comportarme como él. A pesar de que nos vemos poco, sólo con sus susurros telefónicos
entiendo un poco más acerca del sentido de las cosas. Sé que sólo son palabras,
metáforas en definitiva, pero necesarias para sobrevivir laboralmente. Ya se
sabe que Clint no es sólo duro delante de la pantalla. Detrás, es un referente
del celuloide. Por eso sus consejos son ley. Y ante el desánimo me explica que
lo mejor es filmar utilizando la técnica del primer plano. ¿En que consiste?
Sencillo. Implica fijarse en aquello que tienes cerca, en tu tarea y no más,
sólo en la actividad de tu trabajo. Por el contrario abusar de planos
cenitales, de esos en los que subido a una escalera observas las cabezas de las
personas, sus pensamientos, o sus defectos, se convierte en una técnica
improcedente. Así no eres real, quizá celeste, únicamente. De la misma forma,
el contrapicado, a ras del suelo, supone observar al completo a los demás, con
sus virtudes y, sobre todo, sus vicios. Este contrapicado te hunde cualquier
película, especialmente si tiene una temática social. Con el primer plano, te
centras en lo que te interesa, para qué más.
Y de técnicas y entornos, se aprende mucho en la cueva
diseñada por un prestigioso arquitecto. Allí nos ha dado por agruparnos. A
falta de clientes, bien viene el calor corporal. En las mesas donde antes se
jugaba a la taba con asiduidad, se encuentra Elsa, con poncho incluido, serena
e indignada. También está la dama del violín, que ajusta las clavijas para una sinfonía imposible. Y, por supuesto, está el Doctor Empleo. Durante la
semana he descubierto su capacidad para cuadrar un círculo. Cuestión
improbable, como es sabido, a no ser que te ilumine la ciencia, o creas en las
metáforas.
Antes, en el local del pasillo interminable yo aplicaba
metáforas en informes vacíos, de esos que se piden para no leerlos. Para
disgusto de la añorada Isabel, los peores eran sobre un clan de trillizos,
mimosos e imprevistos, que se convirtieron en los míticos Acebedos, nombre, por
supuesto inventado para la ocasión, como todo esto. Entre ellos, el más
desconocido era un tal Yaison, sustantivo imaginado.
Hace un mes Yaison fue a nuestra cueva y a diferencia de lo
que nos pasa a los demás, se sintió a
gusto. Entre bromas y dedicación exclusiva conectó con el Doctor Empleo. Y como
por arte de magia, Yaison asistió más de lo que nunca lo hizo en el local del
pasillo interminable. Cuadrar el círculo no se hace con una varita mágica, ni
una receta infalible, se construye con mimo y cercanía. En uno de esos días que
están en medio de la semana, vulgares y anodinos, Doctor Empleo contactó con
Yaison. Le contó que va a trabajar acomodando a madridistas Vips en su estadio
de fútbol, durante unos partidos, pocos. Qué más dará el tiempo si para Yaison
no hay nada mejor que el Real Madrid y su estilete colombiano, como él, James
Rodríguez. Así se cuadran los círculos, perfectamente, mediante metáforas.
Igual que me encontraba con Clint en metáforas pasadas, vi a
mi querido nihilista de apellido judío. Está como siempre, recio y simpático.
Se le echa mucho de menos.