El punto de
inflexión de una iniciativa metafórica como esta surge cuando se regresa a la casilla de salida. En ese momento la
propuesta se tambalea, emergen las dudas y se cuestiona la validez de todo esto.
Justificas su continuidad en el cumplimiento de los objetivos propuestos y en
creencias aprendidas en el pasado. La primera es el eterno retorno. Tuve un profesor que hablaba del arte comparándolo
con un péndulo cíclico. Así de las vanguardias se vuelve con precisión a tradiciones
anteriores, decía. Y vuelta a empezar. Esto lo contaba mientras se paseaba por
los pasillos del aula con una pauta repetida hasta el infinito. La segunda es
el conocimiento personal. La
intuición de lo que somos, y que actuamos según ciclos.
Desde hace un
tiempo sospechaba que las cosas no eran tan diferentes en la cueva a cómo
funcionaban en el local del pasillo interminable, en lo que a uno se refiere, en lo que en el entorno se observa. Los seres humanos
somos tan ingenuos para sobrevalorar nuestra capacidad de cambio, como para infravalorar nuestra identidad. Por suerte
seguimos siendo, por mucho que las dimensiones de una cueva disten del espacio
por el que se transita en un pasillo.
Marcus tiene nombre de cantante aunque no recuerdo concretamente a cuál se
asemeja. Él estuvo en el pasillo y ahora regresa a la cueva. El ciclo del
eterno retorno se repite en muchos jóvenes. El mercado laboral desquiciado
obliga a la temporalidad, y la juventud de algunos obliga a volver a la casilla
de salida. Pude charlar con Marcus junto a El
símbolo de la felicidad. El siímbolo es pausado, motivador y con altas
capacidades para la escucha activa. Así fue normal que Marcus se sintiera
cómodo. De haberme dejado arrastrar a pies juntillas por la teoría del entorno
retorno hubiera pensado que Marcus fácilmente se pondría a trabajar y al poco
hubiera vuelto a la cueva a buscar empleo.
La historia de un fracasado más. Al escucharle me di cuenta rápidamente de
la equivocación. Marcus también había elaborado su teoría, siendo consciente de
sus errores y aciertos, sus anhelos y miedos. Sin duda Marcus conoce su
identidad y puede que sea consciente del eterno retorno, por lo menos sobre lo
que ha venido sucediéndole en otras ocasiones. Escuchar a Marcus es un privilegio, sin duda. Una oportunidad de desechar
los estereotipos que envuelven a los
jóvenes.
Estoy convencido
que todo puede mejorar, partiendo del conocimiento personal y los ciclos
globales del eterno retorno. Escuchar es el principio, luchar contra lo
previsible un reto, aunque todo se repita, una y mil veces, porque seguramente de
esta forma tenga que ocurrir. En ocasiones nadar contracorriente es la miserable misión de nuestra profesión.
Seamos conscientes de ello, de nuestra identidad y de los ciclos que nos volverán a
colocar en la casilla inicial, como en tantas ocasiones.