jueves, 31 de marzo de 2016

ElAmargoSaborDeLaVictoriaDulce

El orden de las cosas es inevitable. Por mucho que pensemos en horizontal, los vértices sobresalen y destacan. Unos ganan y otros pierden. Las victorias saben a cerdo agridulce. Los pedazos del cerdo están emborrizados hasta fundirse el trigo con la carne, el dulce puede al sabor amargo. ¿Sabe bien? Cuestión de gustos.


En vísperas de las más populares carreras ciclistas de un día, mi querido nihilista de apellido judío me advertía de su presencia, sin mencionar a ninguno de los protagonistas. Puede que sin decirlo pensara en Fabian, Peter, o en Tom, o Michal. De entre todos se acordaría seguro del primero, de Fabian, un suizo en plena retirada que mueve sus piernas como ningún otro. Sus cuádriceps son yunques y su espíritu generoso. Fabian no especula con quién le siga, si es que pueden hacerlo. Él sabe que para llegar a la meta tiene que escaparse y confiar en agotar a las ánimas que deja a su paso. Cuando Fabian agote sus fuerzas al final de esta temporada, tomará el relevo Peter y actuará de forma similar. Yunques que pedalean en la máxima intensidad, generosos. Sin ir más lejos,  hace unas semanas puso sus piernas a ese nivel y en el último suspiro Michal, un polaco de apellido consonante, le ganó. La victoria sabe a cerdo agridulce.

Esta semana volví a entrar en el maravilloso universo de la legalidad con Tiara. Trámites y más trámites aderezados de absurdo. Por lo que se comenta en el interior de tan burocráticos lugares, un piso en Benidorn, bien situado, cuesta un ojo de la cara. Pero es que es Benidorm, normal que esté a ese precio. Mira las fotos de la casa en la que estuve. ¿Las ves? Pues no nos gustó el apartamento y nos cambiamos a otro, total por el mismo precio. ¿Tiara?, ¡Tiara!, tendrás un abogado de oficio. Gracias.

Previamente a la iniciación de Tiara en el mundo adulto, con Benidorm como telón de fondo, intenté explicarle los riesgos de la justicia. A tan tierna edad exigir tus derechos puede deformar tu itinerario futuro. El mundo del trabajo es una inmensa sartén colmada de aceite. Los productos frescos hacen que el aceite se enrabiete y salten chispas; ante los refritos se ensaña, consumiendo la mínima ternura que tuvieron en algún momento. Y el cerdo agridulce emborrizado nunca desilusiona. En las escuelas se hace doctrina con la defensa del derecho frente la sumisión. Somos ciudadanos. A las primeras de cambio, cuando traspasas la última dimensión, la irreal en la que has vivido, descubres que la pintura está desgastada y el hierro oxidado. La justicia es una panacea y la ilegalidad es norma. Así que a Tiara comenzar protestando puede provocarle quemaduras.

Tiara, ¿te acuerdas de Natalia?, ¿cómo le va? Natalia es polaca como el ciclista Michal, y de parecido apellido consonante. Trabajaron las dos en la misma empresa a la que ahora reclama Tiara. Por su parte Natalia se emplea actualmente en otro restaurante de los propietarios denunciados. No quiso protestar. ¿A qué sabe la victoria?, ¿quién gana, Tiara? La educación en realidad no se escribe en libros de textos, se redacta con hostias, sensaciones y comparaciones. Una lección básica es reconocer el sabor de la victoria. Natalia no es Michal, el ladrón de la carrera que tuvo que ganar Peter, quien, a su vez, no se asemeja a Tiara. La vida no es sólo una bicicleta, también se puede servir ésta como un menú en un restaurante chino.

Y luego pasan  lentas las horas en la cueva, soñando más de uno con lugares recónditos, esperando. En breve la añorada Isabel dejará de serlo. En el momento en el que cruce la puerta será una parte más de las metáforas. Es difícil convertirse en ficción en un instante. Puede servirle de consuelo que seguirá actuando con los compañeros que tanto la quieren, en un escenario improvisado. Gajes del oficio.

jueves, 17 de marzo de 2016

TremendamenteIndividualTremendamenteColectivo

En víspera de la primavera todo huele mejor. Y duele más, si de los brotes se brota con las alergias.

El mundo resulta ser demasiado menguante. En ocasiones no nos damos cuenta de su simpleza, ni de su complejidad sutilmente tejida. En último extremo, el más sabio de todos descubrirá que nos enredamos en los adornos.

El mundo resulta ser confuso. El guapo Moreno añora ser Clint y tomarse la justicia por su mano. Mi padre hablaba siempre del gran invento del siglo pasado: la máquina de dar hostias. Este aparato servía para poner en su sitio a los promotores de la estupidez humana. Me imagino que el guapo Moreno iba por ese camino, distinto al del propio Clint que sin pretender ajusticiar buscaba en el camino el sentido de las cosas. Aun así la necesidad individual de tomarse la justicia por su mano por desgracia ha caído en el olvido. El guapo Moreno en muchas ocasiones lleva razón.

El mundo gira rápido. Entre semana, Nashira, aquella que se coló en una metáfora “trans”, abandonó la formación práctica que realizaba. Entonces, tras indagar en lo sucedido, coordinarme con el guapo Moreno y hablar con Nashira llegué a una conclusión. ¡En cuántas ocasiones nos equivocamos! Cuando Nashira inició el camino de la formación, no caí en la cuenta de cuál era su motivación. Dichosa motivación. En esto de la búsqueda del empleo se habla de lo externo e interno, o extrínseco o intrínseco. Es decir, por qué buscas. Bien porque otros quieren o porque tú lo deseas. La teoría con los jóvenes buscadores pasa porque interioricen la motivación, si la tienen mejor, pero si no han de descubrirla con el empleo. Yo me había convertido en el propulsor de la motivación de Nashira. Vivencié que tal era su necesidad que incluso pensé en decirle al guapo Moreno que la colara en aquellas prácticas. Apunto estuve de proponérselo. Entonces me hubiera saltado todas las reglas en las que siempre he creído. Lo colectivo frente a lo individual, para que revierta en la mejora de cada uno. En lo social, por lógica, pecamos de creer, por encima de todo, en lo nuestro, sin caer en la cuenta de que eso nuestro es similar a lo de los otros. Otros que tendrán sus necesidades, otros que estarán adquiriendo sus motivaciones, tantos otros, y tantos. El “pseudoeducador” en ese afán por defender los suyo, lo de sus representados, se convierte en un comercial, cuando en realidad será buen comercial cuando venda lo colectivo. Lo social, con denominación colectiva, sin embargo está lleno de individualidades, de lo inmediato, eso sí adornado con los mejores propósitos para todos, y todas, que muchos dicen ahora. Quizá sólo para nosotros mismos.

El mundo es un ciclo repetido. Así las cosas continúan por donde deben comenzar. Después acompañé a Nashira al recurso que le correspondía. En la antigua morada de Clint, en la que ahora mora El Padre perfecto, en la que ya estaban El Palentino y las bailarinas de Zumba, he vuelto a observar que importante es la cercanía, esa que a mí a veces se me olvida aplicar. A Nashira allí le tocará seguir buscando empleo, acudiendo a la cueva, pero también podrá desarrollar su madurez. Hoy me he dado cuenta que a veces se empieza la casa por el tejado, pero, es que por desgracia, en muchas ocasiones los jóvenes están obligados a ello. Justicia poética, tal vez individual, o colectiva.

sábado, 12 de marzo de 2016

DarCeraPulirCera

¿Quién podría negar la influencia de Karate Kid? Atrevido sería.

Negar la cultura popular es negar el arte. Posicionarse en Dreyer, Ozores - Mariano -, Kiarostami o Kaurismäki es un signo de extraña distinción, una necesidad de exclusividad mentirosa. En mi opinión, nunca dejaremos de ser hijos de Heidi y Bud Spencer y discípulos de Miyagi. Muchas cosas podrían explicarse con la frase más famosa de este señor: dar cera, pulir cera. Poesía de la calle.

Los lectores de esta maraña sabrán quien es Tiara. Ella apareció en metáforas anteriores, la última fue en el homenaje al Doctor Empleo. Tiara ha ido construyendo su futuro a base de empujones. Su carácter, en muchas ocasiones, le ha perjudicado. Sin embargo, precisamente su forma de posicionarse ante la vida seguramente le permita seguir creciendo. Si hace unas semanas le acompañé a la antesala de un juzgado, hace unos días atravesamos esa puerta. El mundo del derecho es sumamente torcido. Es el lugar más propicio para aprender aquello de las habilidades sociales. Ni pedagogía, psicología, economía, ni educación social. Las clases magistrales para aprender a relacionarte se imparten en los juzgados. Puro control de emociones. Se puede defender un día al sucio empresario y al siguiente al vapuleado trabajador, o viceversa. Es posible explicar lo opuesto a lo contrario llevando razón. Buena cara, sonrisa, serenidad. Comunicación verbal precisa; no verbal, sin mácula.

A Tiara, a pesar de su madurez, le acompaño tanto porque fui yo quien le invito a entrar por cierto quicio retorcido. Es cierto que un “pseudo educador” no es el responsable del destino de nadie pero la profesionalidad, entiendo, debería de impedir mirar hacia otro lado, aunque a veces surjan malentendidos. El caso es que Tiara deseaba reclamar lo que es suyo. Entiendo que para cualquier persona, acceder al mundo de la justicia es complicado, consecuentemente para un joven mucho más. Tuvimos que pasar a través de un escáner, introducir los móviles en una cajita, ir a un despacho, no conciliar, salir de un edificio para ir a otro edificio, atravesar de nuevo un escáner, introducir los móviles en una cajita, dejar en consigna un bote de comida - la típica comida de un “pseudo educador” -, hablar con un policía - agrio o amargo, depende del gusto -, subir a la primera planta, preguntar por un abogado de oficio y llamar por teléfono para pedir cita con ese esperado abogado de oficio. En esas, a Tiara le decía que todo esto era una de las doce pruebas de Asterix. Ella preguntaba que si eso era una película. Le explique que era el argumento de un comic. A nosotros, añadí, ahora, nos tocaba salir de este sindios. Para hacerlo tendríamos que ponerlos el embudo. Un pizca de locura siempre es necesario. Por eso superamos la prueba.

Entre tanto, el empresario, del que no se supo nada previamente, contacto con Tiara. Y ella dudaba qué responder. Dar cera, Tiara, mucha cera. El secreto es adornar tus peticiones. Seguramente que Tiara busque en todo esto algo de venganza, y tendrá infinitas ganas de pegar a alguien hasta el extremo. Sin embargo, no serían éstas prácticas estratégicas, puede que sólo insuficientemente necesarias. Dar cera, tener paciencia. Embellecer los derechos. Maquillar las palabras. Contestar con educación, negociar, dar cera y/o pulir cera. Paciencia. Habilidades sociales, el grado más elevado de la estupidez humana. Bendita estupidez que sostiene nuestra cínica sociedad. Dar cera: buenas palabras; pulir cera: peticiones. Dar cera: qué tal tu familia; pulir cera: reivindicaciones. Dar cera: una lástima que no hayas venido; pulir cera: dame lo que me debes de una puta vez.

Aparte de desarrollar esta técnica ochentera, Tiara me comentó que iba a comenzar a trabajar de nuevo. Una cafetería subterránea es su destino. Mientras está empleada, iremos a conocer al abogado de oficio. Se asegura metáfora.

Sin embargo, a pesar de todo lo expuesto el verdadero aprendizaje de Miyagi no es su estoico estilo pictórico. Su grandeza radica en diferenciar las cuestiones que realmente merecen la pena en la vida. En su caso, cazar moscas. Curiosamente, en mi casa practico este arte con una plaga de mosquitos, a los que mato a puñetazo limpio, como hacía Bud Spencer. En la vida hay que disfrutar con lo que realmente tiene valor.


miércoles, 9 de marzo de 2016

LaHipótesisFallida

Algo triste. Pensaba en el método como quien lee a Faulkner. Me venían a la cabeza las hipótesis. También la necesaria ilusión de mejorar la situación de las personas. Claro ésta, marcando una sutil distancia con los jóvenes con los que se interviene, que uno es muy digno. En ocasiones, reflexiono, puedo hasta parecer frío pero me salva la actitud. La cuestión no es aparentar, es saber lo que uno tiene entre manos.

En un restaurante desquiciado, hace ya un tiempo oí a su encargado como hablaba de la actitud. Decía que las cosas hay que hacerlas con amor. Sin ese componente estás perdido, insinuaba. Lógicamente la actitud no llega por inspiración divina, surge con el tiempo, entiendo, combinado con la ilusión, la constancia y la sinceridad, qué se yo. Y es incompatible con el aburrimiento, la mentira y la obligación. Vale. El trabajo es una obligación en sí, pero hay que emplearse con cabeza.

A pesar de mi actitud, a veces pérdida y lastimada, la semana comenzó con soberbia. Ya se ha insinuado entre metáforas, que los jóvenes no quieren buscar empleo y sí encontrarlo. Qué paradoja. En concreto a los que viven en un recurso convivencial se les nota mucho. A Natalié, ecuatoriana afrancesada, que apareció en El Relevo le pasa esto. Exige como si todo fuera suyo. Y claro, los que trabajamos con personas tenemos el defecto de serlo. Soberbia. Quizá hasta una mala respuesta. Luego es cierto que intentas reconducir la situación. No nos conviene olvidar que estos jóvenes que buscan empleo, como Natalié, no dejan de tener problemas.

Pero, qué mismo dará la soberbia, cuando alguien elige morir. Sin duda el peor fallecimiento es el deseado. Únicamente una persona lo anhela, frente a un entorno solemnemente triste. Uno de los muchos descubrimientos de la cueva fue encontrarme con alguien de Rosario. Rosario, sí, el lugar en el que nació Messi. Esta rosarina, La Rosarina, es de las que lleva un embudo como el que alguna vez he utilizado. Se le nota. Aparte es resistente y legal. Me imagino, aunque nunca he hablado con ella de esto, que debe formular sus hipótesis. Parece que tiene método y creo que marca esa sutil distancia que a mí entender la convierte en una gran profesional.

Sin embargo a La Rosarina le han fallado las hipótesis. La muerte, aún más desquiciada que el acceso al mundo laboral, se ha posado en una de las jóvenes con las que mi compañera estaba trabajando. Ella se llamaba Zaira y ya avisó del mayor de sus problemas: su inapetencia por la vida. En la cueva he oído acerca de lo poco que nos gusta hablar del suicidio en esta sociedad. De hecho, cuando tecleo el ordenador, pienso que con mis palabras estoy ofendiendo a alguien. Por eso pido perdón, porque también formo parte de esta sociedad.

La metáfora de la hipótesis fallida no es otra que el reconocimiento a mi compañera, La Rosarina, porque a pesar de todo, sé de sus fundamentos, de sus principios y, sobre todo, estoy convencido que su corazón dolido sigue manteniendo la actitud y el amor hacia lo que hace, por mucho que se empeñen en quitarnos la ilusión.

A Zaira la vi un par de veces por el taller de empleo, no sé si quería o no buscar empleo, pero lo intentaba. Ahora sólo queda llorar por ella, no tanto por su vida sino porque era un proyecto de persona con mayúsculas, igualmente de especial que cualquier otra.


Insisto en las disculpas y enfatizo en el perdón por poner palabras al dolor en la metáfora más triste de todas cuantas se han escrito. Para Zaira y Adri.

sábado, 5 de marzo de 2016

ElGolpeDePedal

El principal problema es perder el golpe de pedal.

Cuenta la leyenda, incierta como todas, que el bueno de Alberto Contador, un día perdió su golpe de pedal. Fue antes de que su dieta se llenara de proteínas cárnicas. Subía la loma que va de San Martín a Perales a toda velocidad. Plato grande, piñón pequeño. Sostenido, rápido. De repente comenzó a decrecer el número de pedaladas, la velocidad bajaba y era constante el baile encima de su bici. Había perdido su golpe de pedal. A simple vista, parecía algo puntual, pero él sabía que era algo más. Ese día comió bien y llevaba pocos kilómetros recorridos. Se dio la vuelta y regreso a Pinto. Hasta que no se instauró el verano no recuperó la intensidad en su entrenamiento y volvió a competir a un nivel aceptable. Los médicos no dieron una explicación precisa. Había perdido el golpe de pedal. En la actualidad Alberto Contador es suficientemente maduro. Sabe cuál es su golpe de pedal, conoce sus fuerzas, y lo que tiene y no tiene que comer. Se pasea con fuerza a la espera de que llegue el Tour. Allí seguramente se cruce con un colombiano enjuto, mohíno y desconfiado. Nairo. Un ciclista con golpe de pedal que ganará en Francia este año.

En lo que respecta a la cueva, no hace mucho llegó al taller otro colombiano. Eduardo se llama, aprendiz de soldador. Pupilo de mi querido judío nihilista y del padre perfecto – también querido -, posteriormente. Aunque también ha sido cuidado por muchas otras profesionales – queridas, por supuesto - que están pendientes de aparecer entre metáforas. A Eduardo le hablas de ciclismo y te entiende. Le preguntas por un relevo y sabe perfectamente cómo se dan, otra cuestión es que quiera darlos. Conoce lo que es el golpe de pedal aunque todavía no lo ha perdido – ni lo ha ganado -. En la búsqueda de empleo con jóvenes hay que saber qué significa perder el golpe de pedal. Hay que intervenir en la ausencia y en la inconstancia, sabiendo que el golpe de pedal sólo se aprende encima de una bicicleta, es decir trabajando. La búsqueda en sí  es un entrenamiento en rodillo. El rodillo lo utilizan los ciclistas, precisamente, por no perder el golpe de pedal. En los días de lluvia se quedan en su casa dando pedales en estático. Lógicamente el rodillo lo emplean con constancia quienes ya han cogido una bicicleta en muchas ocasiones. En la búsqueda de empleo, hacen rodillo quienes ya están habituados al ritmo escolar. Así que pensar que Eduardo, que no hizo mucho entrenamiento bajo cubierto, pueda coger el golpe de pedal por la influencia de la búsqueda de empleo es contraproducente.

El golpe de pedal también corre el riesgo de perderlo un profesional de la intervención social. Yo se lo digo a Judith y se cree que le estoy contando una metáfora. Ni se me ocurriría. Este sector es el más propicio para distraerse. Hay mil y un motivos para perder el golpe de pedal – y no darlo -. Somos los que rascamos en busca de la sorpresa. Siempre encontramos el premio. Y descubrimos que no hay. En realidad vemos una sociedad resquebrajada y podrida. Un lugar donde el sentido está perdido y los instintos demuestras que las personas no son realmente lo que parecemos. También somos aquellos que soportamos la infamia de la bondad y la caridad. Somos los que vivimos entre las buenas intenciones mercantilizadas. Somos los que no estamos controlados. Así es muy fácil perder el golpe de pedal – y no darlo -. Algunos piensan que no son responsables de no dar pedales. Yo siempre he pensado que también está la alternativa de bajarse de la bici. ¿Quién sabe? El problema sería que nunca ganaremos el Tour de Francia. Y a eso, yo por lo menos, nunca renunciaré.