Deambulamos, y de
pronunciar esta palabra se nos llenará la boca como si nos hubiésemos comido el
último polvorón. ¡Deambulamos! Deambulamos mucho. La acción de andar sin
sentido queda denostada según la Real Academia de la Lengua Española, por su ineficacia. No obstante, la realidad
siempre supera a las palabras y en ocasiones las contradice. Tanto deambulamos,
y de tanto deambular, que se nos va la vida, a nuestro pesar, afortunadamente.
Hasta se agradece.
En un tiempo
inmediato y tecnológico deja de tener sentido dar vueltas sobre uno mismo, o asemejarse
a animales que se persiguen el rabo de
forma indeterminada. Estamos recubiertos de objetivos posibles, de números y
resultados. Aunque inevitablemente necesarios y recomendados, si creemos en el
progreso. ¿Será posible o simplemente será, conjugar ambas alternativas?
Campamento base.
Existirán mil
teorías sobre la motivación del ser humano.
Las que recuerdo las leí hace veinte años. Soy tan mal profesional, o
bueno, que hace tiempo trabajo de oído, como los músicos. Así que supongo que
esas fabulaciones teóricas seguramente versarán del establecimiento de metas,
del reconocimiento de capacidades, del refuerzo y/o el castigo. Insisto,
escribo de oído porque carezco de constructos que no haya ido observando
directamente. Quizá ni se hable ya de estos temas y ahora el asunto
motivacional pase por la química, por la concentración meditacional o por la
meditación concentrada. Siguiendo con la
especulación, imagino que dada la necesidad de éxito que oferta nuestra
sociedad, la motivación principal estará orientada hacia el resultado. El
proceso de cómo obtener estos logros, no será tan interesante. Sin embargo por
fortuna la mayoría de las personas inconscientemente viven ajenas al éxito. Y
deambulan, deambulamos. Recordar que el trabajo bien hecho se mide en las
pisadas que se dan o en la intención de cambiar, servirá para aumentar el grado
de satisfacción personal, si es que es posible recuperarlo.
A este blog he
deseado aniquilarlo desde hace tiempo, un año concretamente. Me decía que ya estaba muerto y
consecuentemente tampoco estaba de parranda. Y una idea se posaba en algún lugar de mi
cuerpo para abrirse al exterior. No podía sentarme a escribir, y si lo hacía,
con una tecla suprimía el archivo por no disponer de un folio garabateado que
destrozar en varios trozos. No era consciente que este blog, como muchos otros instrumentos
que nos sirven para expresarnos, es un medio. Un objeto, dependiente de la
realidad. Si quería cerrar el círculo tendría que suceder algo.
El hecho en sí
lleva pasando desde hace un tiempo. Tenía que ver con mi mismo, con mi
inevitable crecimiento, envejecimiento, o desarrollo personal. Y con lo que me
rodea, mi familia, mis amigos y mi trabajo. Demasiado importante esta última
circunstancia. Tanto como que este blog gira entorno a esto, a la vivencia
laboral de un grupo de personas que se creían – o creo yo que lo somos – el obligo
del mundo del trabajo. Esto es consecuencia de cómo imaginamos nuestras
ilusiones. Reflejo de nuestra sociedad, la intervención social, sector
profesional del que tanto intento huir y en el que siempre permanezco, proyecta
sus deseos hacia el mayor de los objetivos posibles: trasformar la sociedad; sin
darnos cuenta de la imposibilidad de conseguirlo; sin observar cómo
deambulamos. Inconscientes de que nunca alcanzaremos la cima de la montaña.
Simplemente hollaaremos en el campamento base.
La primera de las
metáforas que se recogen en este espacio virtual, hablaba de la
ascensión de un puerto de montaña encima de una bicicleta. La motivación
estaba orientada al éxito de alcanzar la última pendiente. Por el contrario,
ésta pretende explicar la llegada a un campamento base. En las ascensiones a
las grandes cumbres, por el tiempo que requieren las subidas, se establecen campamentos
bases intermedios. En sí son un medio para seguir escalando hasta la cima.
Esta semana he
podido acceder a un campamento base. Un lugar de tránsito que me permitirá
seguir trabajando como educador en el mismo proyecto aunque gestionado por otra
empresa, la misma que ya guío esta actividad hace unos años. Además, como sea
que me lie la manta a la cabeza e intenté defender nuestros derechos laborales
junto a un grupo de excelentes compañeros, el hecho de reunirme con los
directores de la nueva empresa, me hizo imaginar que había llegado al
campamento base, y que egoístamente mi ascensión terminaba allí. Las imágenes de
algún modo se convierten en palabras. Al terminar la reunión y expresar mis
deseos de quedarme deambulando en el campamento base, precisamente el hermano
de mi querido nihilista de apellido judío, que bien podría ser personaje de un spin-off, habló de lo mismo.
Pronunció las palabras mágicas. Hemos llegado al campamento base, habrá que
coger alimento para seguir subiendo. O no, pensé yo.
Los éxitos de los
procesos son tan interesantes como la consecución de los logros pretendidos. La
historia la escriben los ganadores pero la realidad está llena de personajes que
persiguieron el triunfo y deambularon entorno al mismo. De esta forma se
construye la sociedad. De hecho si observamos la tierra desde la cima de una
montaña precisamente, veremos gente deambular por diferentes campamentos base.
Irán en todas las direcciones y sentidos, volviendo una vez y cientos al mismo
lugar. En ese deambular, algunos por error, o intencionadamente conseguirán
alcanzar la cima, pero quizá esa historia simplemente sea la consecuencia de
haber dado tantas vueltas por el mismo lugar.