Querida nube
negra ( o Dementor):
Sé que no me
conoces lo suficiente como para saber lo que me molesta, me incomoda, o
simplemente no me gusta; casualmente estás tú entre los orígenes de mis pesares.
Por ello precisamente espero que no te equivoques. No creas que deseo intimar,
al contrario, no entiendo todavía por qué tengo que compartir contigo una parte
de vida. Pero entiendo que es inevitable. Dicen que los amigos se buscan y los
compañeros de trabajo nos los imponen. A pesar de todo, lo curioso es que por fin
te entiendo, seguramente porque yo también sea para otros una nube negra (o
Dementor), de dimensiones insospechadas. Sería extraordinario que lo fuera para ti, recíprocamente
unidos en nuestras diferencias.
Durante un tiempo
he ido volcando en un cuaderno cibernético mis experiencias laborales. Lo hacía
con una intención terapéutica que me sirviera de bálsamo para sobrellevar la
desidia. Y nunca pensé que tú, querida nube negra ( o Dementor), fueras parte
de la solución. Siempre te arrinconé en la caja de los problemas.
Hace unas semanas
pude disfrutar de un encuentro formativo con mis amigas (son más las mujeres
que los hombres) de Proyecto Hogar, una Asociación con sentido, que ha sabido
sobrevivir a la triste decadencia de la Intervención Social. Habían organizado
una sesión de "Risoterapia”, gestionada con talento por parte de uno de los
trabajadores de enproceso. Esta entidad es precisamente otra superviviente de
este nuestro querido sector de lo social. Allí me recordaron lo que supone
reír, hacer el ganso e, indirectamente, evitarte a ti, mi querida nube negra (o
Dementor).
En el trascurso
de la formación, de repente Gema, una de las personas más inteligentes y
sensibles que he conocido, te citó a ti, Nube negra, y Javier, el formador, dijo
que también te conocía, aunque él te llamaba Demontor. La idea no era otra que encontrar
estrategias frente a alguien indeseable con el que te cruzas diariamente,
normalmente en el trabajo, y no le puedes soportar. Entonces entre Gema y
Javier te dieron forma. A mí se me iluminó la cara al reconocerte, sobre todo
cuando me dieron la solución: Emplear el humor en nuestras relaciones.
Siendo como soy
en ocasiones irónico y corrosivo nunca supe bien cómo evitarte querida amiga. A
veces me enrocaba en un mismo pensamiento que tenía que ver contigo, y era
imposible salir de él. Sólo tenía que compartir contigo mi humor y poder reírnos
juntos. Así la nube negra se iría trasformando, cambiando del gris a un blanco
pomposo.
Harry Potter, o
quien lo escribiera, era una persona extremadamente sabia. Sobre los Demontores
decía que «…Están entre las criaturas más nauseabundas del mundo.
Infestan los lugares más oscuros y más sucios. Disfrutan con la desesperación y
la destrucción ajenas, se llevan la paz, la esperanza y la alegría de cuanto
los rodea... Si alguien se acerca mucho a un Dementor, este le quitara hasta el
último sentimiento positivo y hasta el último recuerdo dichoso. Si puede, el
Dementor se alimentara de él hasta convertirlo en su semejante: un ser
desalmado y maligno. Lo dejara sin otra cosa que las peores experiencias de su
vida.». En esa línea, la escritora aportaba
soluciones. El hechizo Patronus era un conjuro, sortilegio o similar, que
evocaba un recuerdo positivo, en forma corpórea o no, que ahuyentaba a los Dementores.
En definitiva, una forma sutil de mandar a tomar por culo al fantasma de turno.
Más o menos como la trasformación irrisoria de una nube negra en una blanca en
forma de corderito.
Y esto para todos
igual, querida nube negra (o Dementor), que podemos ser un mal sueño para
otros. Así que cuando alguien se ría conmigo, o de mí, entenderé que muto desde
la oscuridad hacia un lugar más despejado. Un cielo sin arcoíris ni
soplapolleces, simplemente un lugar en el que es necesaria la convivencia.
Y yo contigo siempre nube negra (o Dementor).
Siempre tuyo,
Fernando.
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