Iv es un
francotirador. Samuel es un francotirador. Khaleesi es una francotiradora.
Judidth también lo es. Por supuesto que yo lo soy. Todos lo somos, en el fondo.
Y Clint dirigió la película.
Iv ya apareció en
estas metáforas. En su momento se describió su indecisión para generar un
plan B, el del esfuerzo. A pesar de
ello, durante un tiempo estuvo trabajando. Imagino que le supuso alguna que otra gota de sudor, y no sé porqué sospecho que se ha reafirmado en su idea sobre la
escasa dignidad que provoca el empleo. Trabajar es de pobres, pensará,
mientras me habla de la capacidad de determinados seres humanos que saben lo
que quieren, consiguiéndolo sin distraerse. Elemental. Yo creo que Iv acude
ocasionalmente al taller simplemente para recordarnos sus planes y erigirse, sin
saberlo, en un francotirador, bienintencionado, capaz y solitario.
En paralelo a las
ausencias de Iv en el taller, recuerdo una de las últimas conversaciones
mantenidas con Clint, retirado en la última atalaya del barrio de Prosperidad. Olvidando
sus capacidades de cineasta longevo, Clint baja a la tierra para hablar de la
intervención social, sobre todo de la ausencia del método. Yo afirmo y escucho.
¿Qué es el método, Clint? Y Clint habla del consenso y de las acciones
coordinadas, sobre todo. Se va por las ramas y cita Cartas desde Iwo
Jima, como el que no quiere la cosa. Y no es eso. La referencia no está
vinculada a la sinrazón de la guerra, por supuesto, sino a cómo cada uno hace ésta por su cuenta. Fruto de la ausencia de método en la intervención social,
surge la improductiva defensa de unos derechos laborales consensuados por parte
de todos los trabajadores. Somos francotiradores, concluye Clint. Y le recuerdo
que ya ha dirigido una película sobre este tema. De hecho es probable que en
breve vuelva a coger su fusil, como Johnny. ¿Quién sabe?
De vuelta a la
realidad, pienso en las ideas de Clint: Quizá simplemente es que se confunda la
soledad de aquél que pega tiros con la necesidad de adaptar la intervención a
las personas con las que trabajamos. Según cada persona, según sus
circunstancias. Otras alternativas militares podrían ser la fuerza de la legión
romana, o la singular capacidad de arrasar de los panzer alemanes. Pero sería impropia
de este trabajo. Es más probable que estas estrategias sirvan para fabricar
tabletas de chocolate, como hacía Willy Wonka. Sin embargo el problema persiste y, en mi opinión, ni
siquiera se habla de ello. Sin método, somos lobos solitarios, francotiradores
que apuntan hacia su objetivo a la espera de conseguir una medalla por nuestra
destreza.
Y luego está la
casualidad. Samuel es el típico buscador ausente. Alentado por El limón más
dulce que he conocido, heredero de la mismísima Khaleesi, jamás le escuché una
palabra en el taller. Sin embargo hace poco acudió en tropa a la cueva y
comenzó a disertar con gracia y desparpajo. De repente asoció su conversación a las
consolas de juegos. Y habló de esos donde se pegan tiros. Al indagar al
respecto, mencionó al francotirador, su personaje favorito. Le tiré de la lengua
y asemejé a éste con las virtudes del buen buscador de empleo. Subido en
su atalaya, observa cómo pasan las ofertas. Con su arma de precisión, el
francotirador apunta y la oferta cae rendida. Samu imagina esa posibilidad, sin
saber que el problema de este soldado especializado no es otra que su incapacidad para
recoger los frutos conseguidos. Para ello tendría que contar con otros
compañeros que cubrieran el flanco, que se dice. Al final Clint llevará razón. Habrá que planificar la estrategía.
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