Por supuesto que
las metáforas comienzan en uno mismo, y seguramente finalicen en ese mismo
lugar, archipiélago imprevisto de islas agitadas. Quedamos amarrados al viento.
Si somos agua, nos removemos, y de ser fuego, se avivarían nuestras llamas
hacia no se sabe dónde.
Me refugio en la
oquedad que formó la erosión y contemplo el mar abierto, desconocido. Hay días
en los que se produce un efecto llamativo. La niebla se posa en la arena y no
se diferencian los matices opuestos entre el cielo y el mar. Me encuentro ante
una gran cortina. Siempre he disfrutado separando esas hojas colgadas del techo,
cuanto más espesas, más. ¿Qué habrá detrás? Y separo el aire imaginándolo
firme. Hay vida. De repente aparece Humana. Retorno al pasado.
Extrañamente
volví a ilusionarme con la intervención social cuando entré en el local del
pasillo interminable. Descubrí a los
jóvenes, y todas las posibilidades que ofrece este colectivo. Jóvenes son,
según el Ayuntamiento de Madrid, los chavales que están en edad de merecer un
empleo, a partir de los 16 años, hasta los 21, edad en la que se les supone
cierto grado de autonomía. ¿Y después? Después, como todos, crecen y se
reproducen. Al abrir la cortina de niebla imaginada, me di cuenta de la
oportunidad que nos había deparado el trascurrir de los acontecimientos. Humana
antes de velar por todos, mimaba a las empresas para que entendieran la
importancia de dar una oportunidad a los jóvenes. Por añoranza, o necesidad, me
invitó a visitar una con la que ella colaboraba. El tiempo hace estragos: Hay
empresas que crecen y jóvenes que se hacen mayores a base de trabajar. Me
imagino a Humana cuando hace años acompañó a esos mozos hacia un camino
insospechado, sabiendo que algunos llegarían al lugar en el que ese momento nos
encontramos nosotros. Lógicamente el proceso estaba lleno de incorrecciones,
bajo la premisa de seguir intentándolo. A pesar de ello, por cómo el empresario
nos atendía, entendí que tras la cortina había vida. Retornar al pasado, nos
hace entender mejor el presente y confiar en la prosperidad.
Al mirar hacia un
lado, el paisaje se trasforma. El tiempo vuelve a posarse en el pasado. Veo al
Guapo Moreno, más joven y observo que por allí me encuentro yo pululando. Entre
chutas, bonometros y sueños truncados, aprendimos lo que implica trabajar con
personas. Crecimos con voluntad y sin límites. Un camino lleno de trompicones
necesarios. Como los buenos superhéroes, Moreno fue tejiendo su traje de
neopreno. Ahora dice que tiene algún jirón. Y me alegro por ello, porque puede
que él también esté retornando al pasado.
Vuelvo a mirar a
Humana. La cortina va plegándose. Una vez cerrada, aparece ante nosotros la dichosa
cueva. El viento se ha parado en Alsacia y el calor nos avisa de un tiempo
nuevo, quizá uno vivido anteriormente.
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