miércoles, 11 de mayo de 2016

DecididamenteParaANormal

A propósito de Eva.

Eva es funámbula, quizá desde su más tierna infancia, si es que el tiempo puede adjetivarse tan delicadamente. Incluso puede que todos tengamos algo de esta capacidad de hacer equilibrios, encima de una cuerda floja, o no. La metáfora de Eva en su momento fue una excusa, porque Eva ya tenía mucho camino recorrido. Ya llegó mujer al taller hace años, de cuando en lugar de en una cueva, habitábamos en un pasillo alargado. Y se fue hace unos meses pretendiendo confirmar un derecho ya obtenido: la normalización de la transexualidad en un entorno decididamente hostil.

Ausente Eva, nos queda auparnos a una cuerda, agarrar un mocho e intentar no resbalar, para ver qué coño de Metáfora sale.

Si se quiere mantener el equilibrio, recomienda La Rosarina, hay que prestar atención en un punto fijo. Concentración. Así en un extremo se cargan las ideas y en el otro las necesidades. En la cabeza, el embudo. Con este objeto mágico se consigue una coherencia inesperada, porque cada vez que resbalas, puedes disfrazarte al instante, sin dar explicaciones.  En esta imaginada y rara situación es sencillo dar un paso un falso. Lo que viene siendo un paso en el vacío, que te despierta, normalmente de un buen sueño. La cautela, es virtud.

Ante el desequilibrio queda una posibilidad: reírse de uno mismo y con los demás; de los demás, también vale. La cuerda mengua, los brazos quedan próximos al cuerpo y el mocho en horizontal. Balanceo hacia la izquierda, como cargan los toreros. Levanto la pierna izquierda. Percibo que el peso está de parte de las ideas. Salto. Cambio de indumentaria. Soy un preso sin su “Jail”. Me doy cuenta de que hay que eliminar algún que otro ideal. Me quito primero los ingenuos sueños infantiles que pululan por mi cabeza y la absurda esperanza de cambiar el mundo de golpe y porrazo. Ya está. Vuelvo a alzarme en mi cuerda.

Tras 0, 26 millas recorridas, que no sé exactamente con cuantos metros se corresponden, comienzan a cargarse los brazos. Lanzo el mocho todo lo lejos que puedo y se cuela en su cubo original. Cierro el círculo perfecto de un operario, barra operaria, de la limpieza. Extiendo mis brazos en cruz. A pelo. En el intento me desnivelo y vuelco hacia la derecha.  Son legión las necesidades. Me olvidaré for ever de sanearme las uñas, prefiero volar como un águila; rechazo el absurdo concepto de disponer de zapatillas pronadoras, quizá porque sea supinador; y olvido irremediablemente el intento de coleccionar todas las películas, o filmes, de José Luis Ozores. Por arte de magia soy Mario Conde en su “Jail”. Para arriba, con entusiasmo.

Ahora la cuerda se inclina 33 grados, 23 minutos y 2981 segundos longitud norte y 0 de todo en latitud este. Es decir, tiende hacia abajo. Coloco los pies en perpendicular al cuerdamen. Me voy a calzar una buena hostia y no me van a dar ganas de sonreír, precisamente. Inclino mi pecho hacia adelante y tras una ficticia voltereta, imaginada, no cabe duda, me trasformo en Dennis Rousssos, cantando con acento de Valladolid. Este gachó sí que fue un hípster y no uno de esos que se engomina hasta la barba. Ahora sí que he llegado al equilibrio imperfecto, sin fisuras.

SI nos partieran por la mitad, con un corte sagital, se descubriría la esencia del ser humano. Desde la coronilla hasta la pelvis, ramificándose por las piernas hasta los dedos de los pies, nos recorre a todos el nervio del humor y sus hermanas arterias, la ironía y la locura mesurada. Hay casos en los que ese nervio provoca múltiples sinapsis y otros en los que no llega a la vuelta de la esquina. Aun así, con entrenamiento, se pueden conseguir resultados sorprendentes. Todo es cuestión de proponérselo.


Sin duda, echamos de menos a Eva, como antes la echábamos de más.

2 comentarios:

  1. Eres el rey de las metáforas amigo... y q dificil a veces equibrarse...o parecer equilibrado

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  2. Gracias, querida. Desequilibrados somos y funámbulos perdidos.

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