viernes, 2 de octubre de 2015

LaMeáforaDeUnoMismo

No hay metáforas posibles que no empiecen y terminen en uno mismo. No hay metáforas sin comunicación aunque quedan posos en lo que observamos.

Esta semana me vestí con faralaes y por corona, una montera. Llevé el pelo recogido a pesar de que hace tiempo  mi cabello se pega a mi piel. Tocaba baile, miedo. ¿Alguien se acordará de que estoy sentado esperando?

Hace años que no me entraba el nervio laboral, producto de un cortocircuito intencionado. Por eso saqué la raqueta y golpeé con desánimo contra el aire. No daba ni una. Así no hay metáfora que valga. En montañas rusas no entran, ni suben ni bajan.

Sin saber por qué observé un hilo de esperanza. Estaba sentado en un sofá como el triste Cigala que compone discos: americana, pantalones vaqueros y zapatillas marca Adidas, alemanas. Escuché voces, pisadas imprecisas, órdenes como para una mudanza, al azar. Cambio de centro de trabajo, empresa e ilusiones.

Sigo a la espera, pasa un día. Otra mudanza. Hoy soy Eduardo Mendoza, sonrío con elegancia y meso mi bigote imaginado. Pasen y vean. Precíntenme, perdí la personalidad y muto con la incertidumbre.

Conclusión, todos juntos somos muchos. Presentación en el nuevo centro de trabajo. Parabienes puntiagudos, todo falso, real. Allí acudí con traje de buzo como me enseñó el guapo Moreno. Todo resbala, hasta mi experiencia.

Me doy cuenta de lo que me pasa, tengo miedo a estar sólo, a luchar en una profunda trinchera. Hace años, valiente, pude derrocar al poder marcado de una estructura. Ahora no quiero pelear aunque el deber me llamaría, seguro, a coger mi fusil de plastelina, siempre, o nunca. Prefiero sentir cómo se unen cientos de manos juntas en silencio, postulando eso del no pasaran, y aseguro que no lo hacen. Sin embargo, un mundo donde el yo se escribe con letras grandes, se convierte en la utopía de Galeano. A cada paso, más lejos.  


La metáfora es la de los borregos, sin más palabras que las que queden por escribir. Punto y seguido.

3 comentarios: