jueves, 14 de enero de 2016

LaCuevaDeLosSentidos

Un mal día lo tiene cualquiera, y algunos puede que tengan varios. Madrid se convierte en una nube y sin pretenderlo, podemos volar. Cuando no es así, hace frío porque parece que se posó el invierno. En esos días también el sol se deja sentir.

Alsacia. Poco a poco me voy dando cuenta de que el lugar en el que aparentemente trabajo carece de diseño, a pesar de que intencionadamente se pretendió que así fuera. ¿Lo hizo un arquitecto? Lo dudo. Sí estoy convencido de que es una cueva. Una cueva repleta de sensaciones. Por allí, los días de frío de la estepa rusa se cuela la luz.

Andrés, ficticio, nos buscó en la cueva poco después de engordar el registro del paro. Personalmente no le recordaba. Al poco tiempo supe quien era. Compartía la esencia de Invictus, una fragancia de empresario, con nombre de película de Clint. El olfato tiene la capacidad de recordarme las miserias de otros sentidos. Andrés es un buscador con talento. Tanto que ha seguido el rastro de un programa de empleo. Espero que la próxima vez que regrese, tras otra experiencia laboral, mis sentidos estén algo más sincronizados.  

Por las tardes en la cueva, al calor de hogueras artificiales penetran suficientes haces de luz. Validan la esencia de la realidad, de esa que está allí fuera. Así la cueva cumple su función de cobijarnos. Todavía no nos hemos dado de lo insignificante que es este espacio en comparación con la vida que gira a nuestro alrededor. Me imagino que antes de creernos ricos, cuando la esencia era la supervivencia, daba igual la guarida empleada. En esencia importaba más el motivo por el que luchar, que el medio en el que alojarse.


En una de esas tardes, escuché al Doctor Empleo “metaforsear” sobre algo parecido en relación al trabajo. Revindicaba no sé a cuento de qué su preferencia por una cerveza bien servida. Descartaba los bares con aires de grandeza, de registros – engordados – de mil y una variedades de lúpulo bebible y vasos donde servirlas. Una cerveza es una cerveza, no más. Una cueva, un refugio en nuestro camino. La esencia de nuestro trabajo, una circunstancia a mejorar. Puede que unas gotas de “Invictus” sirvan de carburante para echar a andar. Le preguntaré a Clint que opina de todo esto.

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