sábado, 23 de enero de 2016

LaMetáforaDeLaPrincesa

La niebla en Alsacia es una pura maravilla.

Fue a principios de la semana cuando volví a encontrarme con Eurice, que en realidad responde a otro nombre. Ella ya ha aparecido en varias ocasiones entre tanta metáfora. Primeramente recordando su juventud en La leyenda del tiempo: Erec y Enide. Después cuestionando su verborrea frente a su capacidad de trabajo. Se tituló  Palabras, Fútbol y Billar. Ahora se ha producido el milagro, sin que haya dioses de por medio ni varitas mágicas para princesas.

La metáfora en sí, sin embargo, surgió cuando fue escrita una de entre semana, La Ola, y en aquella batalla cruenta contra el 70. Por cierto, de las batallas contra el articulado, en la última del ciclo semanal, descubrí que una bici es más rápida que un autobús, en recorrer Arturo Soria. En ese momento llegó la niebla a los barrios, que al igual que la alegría, difiere del lugar en el que te encuentres. La niebla es tan injusta como la democracia. Yo ya sabía por cuestiones familiares y laborales que por San Blas era especialmente llamativa. Así la vi llegando a García Noblejas con el Carrefour al fondo. Pedal tras pedal, una neurona subía mientras otra bajaba. La niebla en Alsacia es una pura maravilla porque la lluvía en Sevilla también lo es. Claro que esto es mentira, como la niebla. Si nos paramos a observar este efecto de la naturaleza, comprobaremos que no deja de ser  agua al ras, que no aguarrás. En realidad, donde la lluvía es una pura maravilla es en España.

Por eso me encanta la niebla, porque miente y favorece el plano corto, porque esconde cuando no quieres ver. Así la niebla en Alsacia se convierte en pura maravilla, porque sólo existe Alsacia, y en esta metáfora Eurice se hace realidad.

Con la niebla se suben mejor los puertos, al ver únicamente lo inmediato, pedal tras pedal, neurona que sube, neurona que baja, sólo una. Ya se lo dije a Hannan cuando tuvo  miedo por utilizar una caja registradora. Con la niebla también pueden llegar visitas inesperadas como la de Clint o la de mi querido nihilista de apellido judío. Sobre el primero le vi con dudas sobre los planos que está rodando. Él piensa que hay que triturarlos. No estoy de acuerdo, todo el material es rescatable. Ya quisiera cualquier director grabar como cuando él piensa que lo hace fatal. La niebla, por último, me gusta porque con su llegada no dejan de recuperarse sensaciones. En la cueva está pasando. Judith ha vuelto a ser ella y eso engrandece el trabajo que se realiza allí dentro.


Se me olvidaba Eurice. Su metáfora, como se ha comentado, es mágica por sus palabras, que no necesitan de ningún recurso literario de principiante. "Fernando – que parece que soy yo – me ha encantado sentir que la gente me haga caso. Me he sentido como una princesa". Sin más palabras, sin dioses ni varitas mágicas. Sólo permitiendo que ella pueda demostrar su valía, aunque sea en un trabajo de mierda.

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