Para que a Clint se le considere un grande del cine, tendría que filmar una
comedia. Por ejemplo, siempre he admirado la capacidad de Kubrick para
reinventarse con estilos diversos, y la de Wilder para brillar en otros géneros
opuestos a su especialización como comediante irónico. A Clint le falta saltar un tenue arroyo, tropezarse y postrar su rostro encima de una tarta. Por fin
hoy me he atrevido a comentárselo, y eso que él comparte mis aficiones por lo
absurdo. Aun así, yo le he recomendado la utilización del humor para contar
historias. Quizá, si lo hiciera, podría desprenderse
de la necesidad de tener que demostrar constantemente sus capacidades.
Billy Wilder, uno de los directores mencionados, tenía la capacidad de
maquillar dulcemente la irrisoria realidad del ser humano. Su trayectoria
justifica su estelar aparición en las metáforas, sobre todo cuando es tiempo de
despedidas.
Para entender la intervención con jóvenes es necesario, por lo menos, estar
en un mismo proyecto dos años. Y elijo este número porque, recién estrenado mi segundo
aniversario en este lugar aspado, me he dado cuenta del sentido de mi trabajo. En una cadena de
producción, inicialmente las piezas son formas sencillas que según avanza su
itinerario van revistiéndose hasta alcanzar el resultado final. Igualmente, en
nuestro proyecto nada tiene que ver la persona que aparece por allí con
dieciséis años con la que parte cuando alcanza los veintiuno, punto de corte
entre la juventud y la madurez, irónicamente hablando. Durante dos años, en mi
caso, he podido observar cómo han ido creciendo mucho jóvenes. Nozah es una de
ellas. En su momento tuvo su metáfora, cuando la escasez reinaba en Alsacia. Si empleamos
el pensamiento único pensaremos que Nozah ha vuelto a fracasar. Sin embargo,
tomando en cuenta otras variables, valoraremos lo contrario. A punto de
terminar su turné por esta cadena de producción, Nozah se irá del programa sin tener
un trabajo. Por suerte el éxito no tiene medida, si no es valorado desde el
proceso por el que se consiguen las cosas. Así Nozah ha aprendido, ha madurado,
ha entendido ciertas cuestiones que posiblemente le sirvan en su tránsito hacia
la madurez, aunque no disponga de la mirada del tigre, ni de la suficiente
abertura de diafragma para contemplar en su esplendor el cielo que se dibuja en
la distancia. En breve Nozah partirá, si es que no se estaba yendo desde hace
un tiempo. Su destino es tan incierto como el nuestro, en el caso de que alguien
jugara a las metáforas con nosotros.
El ciclo perfecto comprende un tiempo de 5 años, así que aún me queda
recorrido. Otro, sin embargo, ya ha cumplido el suyo. Podría haber optado por
dar una vuelta más pero quizá su traje de neopreno se ha desgastado demasiado.
El guapo Moreno se llama Ricardo y ha traspasado la ansiada barrera de las
metáforas. Como le ocurrió a El padre perfecto abandona un campo de minas para
irse a uno de batalla donde se juega con balas de fogueo. Eso sí, los jóvenes
seguirán siendo su población diana. A Ricardo ya le he visto partir y no
tardando demasiado, he vuelto a subirme en su deportivo metalizado. Sin duda es
el educador con más estilo que he conocido. Es de los que algún día va en
bicicleta y otros, los que más, huele bien. Como tantos otros, un día perdió la
comodidad de mantenerse elevado dirigiendo un proyecto aunque, en cambio, se
dio cuenta de que seguía siendo digno. Nunca ha perdido la dignidad ni la pose;
el día que quiera trasmitir su sabiduría, mostrará la inmensa dificultad que tiene
mediar con las empresas, haciéndolo con un estilo sencillo y firme. Pocos están
a su altura, porque Ricardo es, sobre todo, un tipo grande. Igual que Clint, aunque nunca dirija una comedia. Nadie es perfecto.
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