sábado, 19 de diciembre de 2015

LaLeyendaDePoulidor

Raimond Poulidor fue el ciclista más significativo de su época, a pesar de que nunca consiguió ganar el Tour de Francia. Fue famoso por quedar segundo en tres ocasiones y cinco en tercer lugar.

A primera hora de la mañana la bruma que añora niebla, se posa en mi barba. Mientras pedaleo tengo la costumbre de morderme los labios y degustar esta humedad. Madrid está en duda. Sabe que ha llegado el frío pero no quiere admitirlo. Un jardinero pelirrojo va tocado con un gorro; parece un duende de cuento. Subiendo Monforte de Lemos las cuatro torres me van engullendo. El frío traspasa mi neopreno.

Veo a Ed, el Jedi, junto a su Padawan, Kraken. Esperamos inquietos a algunos muchachos en busca de su primera oportunidad laboral. Todo es silencio. Entre ellos está Laura. Ella es hija de la crisis y sospecho que a pesar de sus capacidades tendrá que pelear - pedalear - demasiado para poder desarrollarse. Por eso le dije que es una joya, un diamante en bruto. Se lo comento por motivarla y porque lo creo realmente. Está inquieta, normal, ¿quién no lo estaría? Su camino comienza a trazarse.

Vuelta. Tras una breve parada en la cueva diseñada por un prestigioso arquitecto, cojo bicicleta y manta. Voy al encuentro de mí mismo. Me espera Tiara. Otro diamante, un tanto más pulido. Ella trabaja continuadamente desde hace 6 meses. De vez en cuanto necesita hablar con alguien que le sitúe. Su actividad la desarrolla en plena cuadrícula de Salamanca. Por allí pasean personas de postín. Están abrigadas porque piensan en el invierno, pintadas ellas con cremas supuestamente purificadores y ellos con medias barbas elegantes. En un asiento de Juan Bravo el mundo se detiene durante 30 minutos. La bici sin atar, el neopreno abierto. Le recuerdo a Tiara que yo soy una válvula de escape. También sus éxitos con sus 20 años: Emancipada, viviendo con su hermana y ambas con trabajo. ¿Qué es difícil aguantar el ritmo? Por supuesto. Ella sonríe y yo soy feliz.

Vuelta. Madrid echa el cierre con su más preciso lienzo, el más bello. Ahora tiene la capacidad de ocultar una primaveral tarde en un incipiente invierno, para que la bruma humedezca mi barba otro día y pueda saborearla. Mientras, recuerdo a Poulidor y creo que también es un poco el sino de nuestra profesión, esa en la que se pide educar. Igual que todos podemos parecer diamantes, también somos carbón o cualquier canto común, aún así pendientes de ser pulidos. Nosotros, pulidores, secundarios en nuestro recorrido, nos limitamos a acompañar a imaginadas joyerías, tiendas de bisutería, o a cualquier lugar en el que una piedra se pueda ir puliendo. De todas, sin duda, la técnica más lograda es aquella en la que el canto se pierde en el río y por la perspectiva del agua se observa a éste armonioso en la naturaleza. El tiempo fluye y desde el puente se contempla su evolución.


Casa. Sin traje de neopremo me recuerda Marta que lo mejor está por llegar. Y yo pienso que se equivoca, ya ha llegado. 

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