martes, 15 de diciembre de 2015

LaMetáforaEcológica

Todo empezó con unas palabras a Hanan, quien, por cierto, tras dejar de hacer camas, dedica su tiempo a revisar números y más números. El Doctor empleo me cuenta que le va bien. Recuerdo que aquellas palabras para Hanan surgieron de repente, porque había que utilizarlas en aquel momento con la finalidad de que Hanan pensara. Y más bien que mal pensó.


Pasado el tiempo me he dado cuenta de que estás metáforas son posibles aunque no siguen el método inicial. Esto no implica que las cosas estén bien o mal, simplemente es que faltaba la materia prima. La mía son las personas y sin ellas pocas metáforas son reales.

Está semana ante la ausencia de Doctor de empleo me he convertido en Agente doble, un desdoble al estilo del negro de Amanece que no es poco. Con dos teléfonos, varios contactos y muchas ganas, me he infiltrado en el terreno de mi compañero. Así llegué con medio neopreno a un quicio desquiciado, donde contratan personal. Un lugar que si supiera de su existencia algún político se echaría las manos a la cabeza. Pero como sea que nosotros somos de plano corto, somos conscientes de que lo que hacemos no es que esté bien, es que es conveniente, sin más.

En este trayecto me acompañaron Jorge y Toni, ficticios ellos como lo intento ser yo. Y surgió la magia de la metáfora. Desconozco el motivo exacto pero cité a El barón rampante. Quería hablar, eso sí lo sé, acerca de la madurez y de lo importe que es ser responsable, sobre todo para eso del desarrollo personal.

El barón rampante fue creado por un escritor e intelectual italiano apellidado Calvino. La obra es una novela llena de fábula y magia, escrita para todos como si fuese un cuento. El argumento es simple, un niño que no quiere bajarse de los árboles. Ni recuerdo el final, únicamente lo maravilloso que me pareció leerlo.

Así que les comenté a Jorge y Toni la historia de El barón rampante, sin enjuiciar la trascendencia de bajarse, o subirse, de los árboles. Les dije que era necesario estar en el suelo, como lo es madurar. Sin embargo no estaba conforme con el dictamen moral del descenso. Así que me limité a recomendarles que únicamente se bajaran de un árbol imaginado para volver a subir cuando quisieran, sin que tuvieran que estar permanentemente allí colgados. Llegados a este punto, ante un pequeño árbol de navidad, propio de tanta venta, Toni me preguntó si se podía subir a ese arbusto decorado. Su cuestionamiento confirmó que había entendido la metáfora.

Aparte, he descubierto que a estas metáforas le falta un malo, como en la vida misma. Sin chivos que expíen nuestras culpas, parece que falta algo. El malo ha de ser un enemigo al que enfrentarse, independientemente de que haya un conflicto manifiesto. Con pequeñas fricciones, sirve. El mío y el de estas metáforas es un autobús, el 70, de Plaza de Castilla a Alsacia. Montado en mi bici antes me hacía gracia ver en el rótulo de este vehículo aquello de Alsacia. Sin embargo, el hábito genera desgaste. Alsacia no es el destino ideal y el autobús es un obstáculo para el ciclista. En el trayecto diario nos adelantamos varias veces. Como el 70 es un vehículo doble y articulado, mete culo cuando puede y vuelta adelantar. Parada. Acelerón mío, desgaste. Nunca me he fijado en quien conduce, sólo en los pormenores de nuestra sutil pelea en la carretera. Por cierto, cuando Clint me pregunte sobre los malos de su próxima película, el nuevo remake, el re-remake de El Buscavidas, le diré que no personifique la maldad, que a los objetos sale más a renta inculparles, así no tienes que llevarte mal con nadie.

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