Me parece extraño
leer un artículo que avisa en negrita de la próxima aparición de “spoliers”. Me
imagino que toda mente curiosa no encontrará barreras en esa advertencia y
puede que provoque una reflexión. ¿Acaso disponemos de tanto tiempo para
divagar sobre el futuro sin tener claro el presente?
Durante esta semana
se me está poniendo la vena gorda, y como todavía no he recibido el último
traje de neopreno que emplea con gusto el guapo Moreno, esta metáfora contiene
una advertencia. A continuación aparecen palabras malsonantes. Y es así por puta envidia hacia el redactor de textos con “spolieres”, y porque estoy hasta los cojones de tantas
buenas palabras. Las primeras, las mías.
La semana comienza
en un lunes frío. Miro a mí alrededor. Veo
mierda, cantidades ingentes de pura y puta mierda. El “blue day” de la polla,
que catalogó un jodidamente estúpido americano, erró en la elección del color. Y
de fecha. Febrero es una puta mierda. El día más triste del año es suciamente negro, pero
cómo esos hijos de la gran puta capitalistas, espejo de la humanidad, sólo
piensan en dinero, eligieron el black para seguir vendiendo en diciembre, sin
otorgar a la depresión el verdarero color que la sostiene. ¿Black Money?, ¿Cash
Black? Dinero, sucio y estrujado dinero. Pero que nadie se equivoque. No soy
uno de esos gilipollas que niegan su poder. Si estoy aquí, en este lugar, es
por dinero. Por lo menos es mi argumento de cabecera cuando me pregunto el
motivo por el que me baño en mierda.
Los jóvenes inquietos
para los que trabajo piensan igualmente en el dinero pero no reconocen el lado
oscuro de éste. Por eso es fácil engañarles con las bondades del trabajo. Aunque
sus anhelos están podridos desde su raíz.
Iván se esfuerza
por estudiar, por cuidar a quien le cuidó y a su corta prole de hermanos. Hace
poco comenzó a visitar la cueva, como tantos otros, al olor del dinero, a través de eso a lo que se le llama trabajo. Pero él
no puede conseguirlo tan fácilmente. Su carga vital es más grande de lo que
realmente parece. Dice que no puede optar a ofertas que encajarían
perfectamente a simple vista en su puzle organizacional, ese que él no entiende
y yo percibo nítidamente, desde mi intoxicada mirada económica.
Se me ocurre
hablarle a Iván de la ley del - puto - embudo. En alguna ocasión he recurrido a
esta metáfora para motivar para la búsqueda
de empleo. De hecho no sé por qué
no aparecieron en las famosas – es un decir –
Metáforas para la Búsqueda de Empleo. La disponibilidad que muestres en la
búsqueda de empleo hará que puedas acceder con mayor facilidad a un trabajo,
porque la búsqueda es como un –puto- embudo. Muchos comienzan a buscar, pero el
acceso al mundo laboral está restringido, como un cuentagotas. Los que aceptan
las crueles reglas del mercado, lo tienen más fácil. Cuánto más lejos puedas
ir, haciendo cualquier cosa y a cualquier precio, más fácil lo tienes para
pasar por el –puto- embudo. A Iván se lo explique en positivo, empatizando con
su situación pero haciéndole ver dónde se encuentra.
Entre tanta decadencia, en ese momento saltó el
interruptor que en ocasiones se enciende en mi cabeza. Encontré otro uso para
el – puto – embudo. En realidad éste sirve como disfraz de payaso; de astronauta,
viajero al planeta esperanza; de jinete
que navega por el desierto, o de disfraz de alguien que intenta educar rodeado
de mierda. Y todo sin emplear “spoliers” futuros, con mucha mala hostia en los
bolsillos para seguir guerreando, porque la próxima metáfora volverá a ser una
amable reflexión, como ésta.
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