domingo, 7 de febrero de 2016

RezarEnTiemposRevueltos

Aquel día antes de ir a rezar a la cueva tuve que enfrentarme de nuevo con el 70. En lugar de ir, volvía. Observé los desconchones que aparecían en la parte trasera del articulado. Al adelantarle, por primera vi el rostro del conductor, su rictus profesional, su mirada pérdida en el próximo semáforo, en la marquesina más cercana. Le reté mentalmente. Qué podía hacer si no, todavía me quedaba medía hora para llegar a casa. La alternancia del tráfico provocó que pasados unos minutos sintiera su motor muy retrasado. En las paradas se agrupaban sus futuros pasajeros, ajenos a la batalla disputada en la Ciudad Lineal. De tan alejado que estaba el 70, iba avisando a los espectadores de la parada. Ya llega, va por detrás, quise decir. En unos segundos podréis montaros. Al final de la penúltima loma de Arturo Soria, antes de descender por la pavimentada División Azul me creí ganador. Ingenuo, Mateo Inurria pica hacia arriba. Pasado Duque de Pastrana, me adelantó. Apreté el culo. Me dolía la espalda. Aún estaba cerca.

Sin embargo mi cabeza en ese momento  dormitaba en la Cueva. Sorprendidos, allí comenzamos a añorar a un Dios. El espíritu siempre va después de la carne y a Alsacia ya llegó el peculio. Las ciencias sociales, aspiran a ser universales, cuando en realidad sólo han sustituido a las religiones. Todo es cuestión de fe. De creer en lo que se intuye. La ficción lo explica todo.

Nacho entra en mi cabeza. Y en la Doctor Empleo y en la de Elsa. En orden inverso. Nacho siempre fue ficticio, extraño. Otra persona de capacidades matizadas. Nacho nunca buscó empleo. Él pensaba en su adolescencia retenida, en seguir haciendo lo que le daba la gana. Entonces Elsa trabajaba sola con él y se reía, y pensaba. Lo lógico es que Nacho nunca encuentre empleo. Fe.

Hasta el rabo, todo es toro. De lo contrario echaríamos pan a los patos. Nacho se quema con la leche caliente y grita. Te interrumpe. Habla de unos pájaros en forma de lagartos. No le gusta que le manoseen el hombro. Paciencia.

Elsa, el Doctor Empleo y yo estudiamos teología en una Facultad de Psicología. Por la mañana maitines, al medio día el ángelus. Pasados los años, Nacho se acercó a la cueva a rezar con Elsa. Más adelante, acudió con Doctor Empleo a una tienda en la que venden perros verdes y regalan cachorros de gatos, de los que arañan, porque hay muchos. Es cuestión de fe, de confianza. Mientras, Elsa fue a casa de Nacho y entendió que todo es más normal, ajustado al tiempo y a las circunstancias. Por mi parte, pedí cita en una orden religiosa, por si es posible que Nacho se ordene feligrés de ese colectivo. Cuestión de Fe.

¿Quién quiere buscar empleo?, ¿quién quiere crecer?, ¿quién quiere poseer para gastar?. En la cueva hemos puesto una vela. Rezamos todos los días, aunque no lo parezca. Intentamos educar y aprender. En los días en los que el viento enrarece el clima, encendemos los ordenadores y la luz eléctrica. La ciencia social ha llegado.


Vuelvo a casa. Tengo que dejar Mateo Inurria a un lado, me espera Enrique Larreta. Estoy cerca del 70, veo los desconchones. En el siguiente semáforo, el articulado irá hacia Plaza de Castilla. Es mi último intento. Al lado del autobús un coche se cruza y me impide el paso. No puedo. El articulado sigue su camino. Yo no. Mi camino se desvía hacia la izquierda. Otro día será, o no. Es posible que haya llegado el tiempo de rezar.

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