Un buen hombre,
un tipo con clase.
Acompañar en la
búsqueda de empleo hace que transites por tantos lugares como Gülliver. Algunos
serán conocidos y otros pendientes de descubrir. En aquellas metáforas de La
leyenda de Poulidor y de La
Nochevieja aparecía Tiara, entre la necesidad de mantener un empleo y el
despido consumado. El resultado inevitable fue la visita a la antesala de los
juzgados. Estos lugares, en cualquiera de sus versiones, son inhumanos a pesar
de estar poblados de personas; distendidos aunque se reciban malas noticias.
Una vez que has vivido la experiencia de un juicio, se evapora el miedo que se
pudiera tener a la justicia. Es tan mundana como el ser humano. Allí se
diferencian perfectamente a quien defiende y a quien es defendido. De hecho le
pregunté a Tiara si podía distinguir a cada cual. No supo hacerlo. Lógico. Estaba
más preocupada en la demanda y el dinero que todavía le deben. En el fondo,
como a uno no le salpican directamente estas cosas, opto por la distensión,
que, de paso, quita hierro al asunto. Cuando nos informaron de lo que teníamos
que hacer para demandar, surgió la terminología legal con toda la poesía que
arrastra. En una conciliación, previamente a un juicio, no es necesario estar acompañado
por un abogado – o abogada -, sólo hace falta acudir con un buen hombre. Ya sé
que se podía incluir a la mujer, por supuesto, pero esta anotación sirve para
construir metáforas y eso es de agradecer en la monotonía que nos rodea. Un
buen hombre.
Entre la semana
anterior y ésta presente, en la cueva se estaba escuchando un runrún: El Doctor
Empleo se muda de espacio. Como en las cavernas, los centros de trabajo se
dividen en salas, compartimentos especializados. En nuestra cueva hay varios.
Quizá para otro tipo de menesteres sea conveniente pero, para los que aquí se
realizan, definitivamente, son demasiados. El Doctor se va a un espacio más
educativo. Un lugar repleto de papel de continuo, lápices de colores y buenos
propósitos. Allí se respira amor, demasiado.
El Doctor Empleo
ha llenado de ocurrencias estas metáforas. Sin él seguro que no hubieran
sucedido algunas de las historias que aquí se han contado. Entre sus tareas, él
siempre ha rellenado con esmero los vacíos que había en la cueva, muchos, y para
el final ha dejado una obra maestra. En cualquier actividad artística o
deportiva, hay personas que sobresalen por encima del resto. Son las que tienen
un don. En ocasiones también se dice que tienen clase. Este último concepto
quizá sea difícil de entender y se descubre únicamente observando cómo actúan esas
personas. Por ejemplo, el tenista que da golpes imposibles, el director de cine
que filma una escena magistral, o el poeta, puede que maldito, que no se sabe
cómo conjuga palabras armoniosas. El Doctor Empleo rebosa clase. En una
metáfora crédula, la de Rezar
en tiempos revueltos, se contó el trabajo que se estaba realizando con
Nacho. Finalmente esta semana Nacho comenzó en horario diurno unas prácticas
como dependiente en una tienda de animales. El mismo Nacho que es una confesa
ave nocturna, que está alejado de responsabilidades y tiene comportamientos anormales.
Algo inesperado, quizá imposible. Lógicamente para que esto sucediera han
influido muchos factores y la paciente e inigualable intervención de Elsa, pero
la clase finalmente la ha puesto el Doctor.
El Doctor deja un
vacío que no se llena, ni por lo presentes ni por los que llegan. Se va un buen hombre, un tipo con clase. Al partir se escucha el chillido de una mona, un clic
de un tiburón y un bufido de un toro de cuernos gigantes. Buen viaje, Gülliver.
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