jueves, 25 de febrero de 2016

LaMetáforaDelDoctorEmpleo

Un buen hombre, un tipo con clase.

Acompañar en la búsqueda de empleo hace que transites por tantos lugares como Gülliver. Algunos serán conocidos y otros pendientes de descubrir. En aquellas metáforas de La leyenda de Poulidor  y de  La Nochevieja aparecía Tiara, entre la necesidad de mantener un empleo y el despido consumado. El resultado inevitable fue la visita a la antesala de los juzgados. Estos lugares, en cualquiera de sus versiones, son inhumanos a pesar de estar poblados de personas; distendidos aunque se reciban malas noticias. Una vez que has vivido la experiencia de un juicio, se evapora el miedo que se pudiera tener a la justicia. Es tan mundana como el ser humano. Allí se diferencian perfectamente a quien defiende y a quien es defendido. De hecho le pregunté a Tiara si podía distinguir a cada cual. No supo hacerlo. Lógico. Estaba más preocupada en la demanda y el dinero que todavía le deben. En el fondo, como a uno no le salpican directamente estas cosas, opto por la distensión, que, de paso, quita hierro al asunto. Cuando nos informaron de lo que teníamos que hacer para demandar, surgió la terminología legal con toda la poesía que arrastra. En una conciliación, previamente a un juicio, no es necesario estar acompañado por un abogado – o abogada -, sólo hace falta acudir con un buen hombre. Ya sé que se podía incluir a la mujer, por supuesto, pero esta anotación sirve para construir metáforas y eso es de agradecer en la monotonía que nos rodea. Un buen hombre.

Entre la semana anterior y ésta presente, en la cueva se estaba escuchando un runrún: El Doctor Empleo se muda de espacio. Como en las cavernas, los centros de trabajo se dividen en salas, compartimentos especializados. En nuestra cueva hay varios. Quizá para otro tipo de menesteres sea conveniente pero, para los que aquí se realizan, definitivamente, son demasiados. El Doctor se va a un espacio más educativo. Un lugar repleto de papel de continuo, lápices de colores y buenos propósitos. Allí se respira amor, demasiado.

El Doctor Empleo ha llenado de ocurrencias estas metáforas. Sin él seguro que no hubieran sucedido algunas de las historias que aquí se han contado. Entre sus tareas, él siempre ha rellenado con esmero los vacíos que había en la cueva, muchos, y para el final ha dejado una obra maestra. En cualquier actividad artística o deportiva, hay personas que sobresalen por encima del resto. Son las que tienen un don. En ocasiones también se dice que tienen clase. Este último concepto quizá sea difícil de entender y se descubre únicamente observando cómo actúan esas personas. Por ejemplo, el tenista que da golpes imposibles, el director de cine que filma una escena magistral, o el poeta, puede que maldito, que no se sabe cómo conjuga palabras armoniosas. El Doctor Empleo rebosa clase. En una metáfora crédula, la de Rezar en tiempos revueltos, se contó el trabajo que se estaba realizando con Nacho. Finalmente esta semana Nacho comenzó en horario diurno unas prácticas como dependiente en una tienda de animales. El mismo Nacho que es una confesa ave nocturna, que está alejado de responsabilidades y tiene comportamientos anormales. Algo inesperado, quizá imposible. Lógicamente para que esto sucediera han influido muchos factores y la paciente e inigualable intervención de Elsa, pero la clase finalmente la ha puesto el Doctor.


El Doctor deja un vacío que no se llena, ni por lo presentes ni por los que llegan. Se va un buen hombre, un tipo con clase. Al partir se escucha el chillido de una mona, un clic de un tiburón y un bufido de un toro de cuernos gigantes. Buen viaje, Gülliver.

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